La Infalibilidad de La Iglesia – IV

Al Cardenal Newman se le atribuye un sabio comentario sobre la definición en 1870 de la infalibilidad del Papa: “Lo dejó como lo encontró.” Ciertamente, esa definición no habrá cambiado en nada el poder del Papa para enseñar infaliblemente, porque pertenece a la naturaleza inmutable de la verdadera Iglesia de Dios que Dios la protegerá del error, al menos cuando su suprema autoridad enseñante está comprometida. Todo tal compromiso es ahora llamado el “Magisterio Extraordinario” de la Iglesia, pero solamente el nombre pudo haber sido nuevo en 1870, tanto como lo fue el nombre de “Magisterio Ordinario Universal.” Si el Vaticano I declaró también este último como siendo infalible, debe haberlo también sido así desde el inicio de la Iglesia. Para discernir las realidades detrás de los dos nombres, retornemos a ese inicio.

Para cuando Nuestro Señor ascendió al Cielo, El había, con su divina infalibilidad, confiado a sus Apóstoles un cuerpo de doctrina que ellos debían transmitir intacto a su Iglesia hasta el fin del mundo (Mt.XXVIII, 19–20), doctrina que todas las almas debían creer bajo pena de condenación (Mc.XVI, 15–16). Este Depósito de la Fe, o Revelación pública, Dios estaba obligado a hacerlo reconocible y accesible a todas las almas de buena voluntad in cuanto obviamente el verdadero Dios nunca podría condenar eternamente un alma por rechazar creer en una mentira. A la muerte del último Apóstol, este Depósito no solamente era infalible sino también estaba completo.

Luego, desde los Apóstoles en adelante, ¿protegería Dios a todos los hombres de Iglesia para que nunca enseñasen error? De ninguna manera. Nuestro Señor nos advirtió de guardarnos de los “falsos profetas” (Mt.VII, 15) y asimismo San Pablo advirtió contra los “lobos voraces” (Hech.XX, 29–30). Pero ¿cómo podía Dios permitir tal peligro para sus ovejas como lo es el de pastores errados? Porque El no quiere para su Cielo ni pastores robots ni ovejas robots, sino pastores y ovejas que, ambos, habrán usado el libre albedrío que El les dio para enseñar o para seguir a la Verdad. Y si una masa de pastores traiciona, El puede siempre suscitar un San Atanasio o un Monseñor Lefebvre, por ejemplo, para asegurar que su Verdad infalible permanezca siempre accesible a las almas.

Sin embargo, ese Depósito estará incesantemente expuesto a los lobos voraces adicionando error a él o sustrayendo verdad de él. Entonces, ¿cómo Dios lo protegerá a pesar de ello? Garantizando que siempre que un Papa compromete todas las cuatro condiciones de su completa autoridad enseñante para definir lo que pertenece a ese Depósito y lo que no, él estará divinamente protegido del error – lo que llamamos hoy en día el “Magisterio Extraordinario” (Noten como este Magisterio Extraordinario presupone al infalible Magisterio Ordinario y no puede agregar a él ni verdad ni infalibilidad sino solamente una mayor certeza para nosotros seres humanos). Pero si el Papa compromete algo menos de todas las cuatro condiciones, entonces su enseñanza será infalible si se corresponde con el Depósito transmitido por Nuestro Señor – hoy en día llamado “Magisterio Ordinario Universal,” pero falible si no está dentro de ese Depósito transmitido, o Tradición. Fuera de la Tradición, su enseñanza puede ser verdadera o falsa.

Así no hay círculo vicioso (ver CE 357 de la semana pasada) porque Nuestro Señor autorizó a la Tradición y la Tradición autoriza al Magisterio. Ciertamente es la función del Papa declarar con autoridad lo que pertenece a la Tradición y él estará divinamente protegido del error si él compromete su completa autoridad para hacer eso, pero él puede hacer declaraciones fuera de la Tradición en cuyo caso él no tendrá tal protección. Ahora bien, las novedades del Vaticano II tales como la libertad religiosa y el ecumenismo están bien alejadas de la Tradición de la Iglesia. Por eso no caen bajo ni el Magisterio Ordinario del Papa ni su Magisterio Extraordinario, y todos los disparates de todos los Papas Conciliares no obligan a Católico alguno a hacerse sea un liberal o un sedevacantista.

Kyrie eleison.