Declaración de Obispos – II

He aquí la segunda y última parte de la declaración de los obispos en la consagración de Monseñor Tomás de Aquino en Brasil el 19 de Marzo, seis semanas atrás:—

Sin embargo, lo más grave de todo en nuestro siglo 21ero es tal vez la masa de Católicos, tanto clérigos como laicos, quienes todavía siguen dócilmente a los destructores. En cuanto a los hombres de Iglesia, ¿cómo pueden algunos de los destructores no estar conscientes de lo que están haciendo? Debe ser por esa “desorientación diabólica” evocada ya antes del Concilio por la Hermana Lucía de Fátima. Y, en cuanto a los laicos, ¿cómo es que muchos de ellos todavía no ven que la Autoridad católica solamente existe para establecer la Verdad católica, y una vez que la Autoridad traiciona esa Verdad, pierde su derecho a ser obedecida? Debe ser por la misma “desorientación”. Entonces, ¿en qué consiste exactamente esta desorientación? En la pérdida de la Verdad, en la pérdida progresiva de todo sentido de la existencia misma de una verdad objetiva, porque los hombres han querido librarse de la realidad de Dios y sus creaturas, y reemplazar esa realidad con su propia fantasía, con el fin de poder hacer lo que les da la gana. Siempre la falsa libertad.

Pero Dios no abandona a Su Iglesia y entonces en los años 1970 Él suscitó a Monseñor Lefebvre para venir en su ayuda. Monseñor comprendió que en el Concilio, el Papa y sus hombres afines estaban abandonando la Tradición de la Iglesia en el nombre de la modernidad, y, haciendo esto, terminarían por destruir la Iglesia. Por una especie de milagro, él logró constituir dentro de la Iglesia una sólida resistencia a la destrucción en curso, bajo la forma de una Fraternidad Sacerdotal que él dedicó a San Pío X, un Papa muy perspicaz respecto a la corrupción de los tiempos modernos. Pero las autoridades Romanas no soportaban que alguien rechazara su supuesta “renovación” del Vaticano II, entonces hicieron todo lo que estaba en su poder para hacer que la resistencia del Arzobispo desapareciera.

Sin embargo, él los enfrentó y con el fin de garantizar que su obra de inmensa importancia para la defensa de la Tradición Católica sobreviviera, en 1988 procedió a consagrar cuatro obispos contra la voluntad expresa de las autoridades Romanas extraviadas, pero de acuerdo con la voluntad implícita de todos los Papas desde el inicio de la Iglesia, con la excepción de los últimos cuatro, todos ganados por el Concilio.

Esta heroica decisión de Monseñor Lefebvre estaba ampliamente justificada por los eventos, notablemente la decadencia ininterrumpida de las autoridades de la Iglesia, cuyo único deseo era conformar a la Iglesia con el mundo corrompido de hoy. De estos cuatro obispos, el que hablaba español debía instalarse en América del Sur para ocuparse de los fieles que querían conservar la Fe de siempre en todo este continente antes tan católico, pero donde ya no había obispos seguros para llevar las almas al Cielo.

Desgraciadamente la decadencia ha continuado desde entonces, sólo que ahora es la Fraternidad San Pío X la que a su vez está cayendo víctima de la corrupción universal por su Capítulo General del 2012, donde sus jefes, bajo su Superior General, la hicieron volcarse hacia el Concilio. En lugar de insistir sobre la primacía de la doctrina católica de siempre, de la Tradición, ellos abrieron la puerta a un acuerdo con la Roma oficial, consagrada al Concilio. Y así desde el 2012, la misma desorientación se abre paso dentro de la Fraternidad, en cuyos obispos, al menos por el momento, no se puede confiar más. Eso es muy triste pero totalmente normal en el estado actual de la Iglesia y del mundo. De ahí que, una vez más, un obispo confiable necesita ser consagrado para asegurar que la Fe inmutable sobreviva, especialmente en todo un continente de almas que necesitan un verdadero pastor para salvarse por la eternidad.

¡Que Dios esté con él! Roguemos a la Santísima Virgen María para que Ella lo conserve fiel bajo Su manto, fiel hasta la muerte.

Mons. Jean-Michel Faure.
Mons. Richard Williamson.