¡Suban la Escalera! – II

La semana pasada estos “Comentarios” comenzaron con las palabras de Monseñor Lefebvre en 1990 sobre la mentalidad de los dignatarios de la cúpula de la Iglesia Conciliar en Roma, y terminaron con su fuerte conclusión –

Todo lo que podemos hacer es subir la escalera (es decir, cortar todo contacto) . No hay nada que podamos hacer con esta gente, porque no tenemos nada en común con ellos.

Tales palabras pueden parecer carentes de caridad, o al menos del respeto debido a los príncipes de la Iglesia de Nuestro Señor, pero en realidad no son ni poco caritativas ni irrespetuosas, porque el propósito mismo de la Iglesia de Nuestro Señor es 1/ la Fe en la que 2/ debe basarse la caridad y 3/ el respeto a los dirigentes que deben cuidar de esa Iglesia.

1/ “Sin fe es imposible agradar a Dios. Porque quien quiera acercarse a Dios debe creer que existe y que recompensa a los que le buscan”. (Hebreos XI, 6). (Ateos, si desean creer en Dios, noten inmediatamente que “Él recompensa a los que le buscan”, y si perseveran en su búsqueda, su recompensa será muy probablemente que lo encontrarán, como muchas citas de la Escritura lo atestiguan, pero eso es una historia para otro momento). Todas las almas espirituales, solo por las cuales viven los seres humanos, vienen de Dios de acuerdo con Su deseo de que usen sus breves vidas para elegir regresar a Él para la dicha eterna en Su cielo. Sin embargo, aunque esa elección es alentada por toda la bondad de la creación, es desalentada por los tres grandes enemigos del alma, el mundo, la carne y el Diablo, y por todo el mal que Dios elige permitir en su creación, de modo que hay que hacer una verdadera elección, que requiere virtud, de lo contrario me inclinaré lejos de Dios hacia el mal.

Ahora bien, es tal el despliegue de bondad en la creación de Dios que aquellos que la ven y aún no creen en Dios son llamados por San Pablo “inexcusables” (Romanos, I, 20). Sin embargo, Dios mismo normalmente permanece invisible (por ejemplo, Col. I, 15), de modo que la primera virtud necesaria para comenzar a hacer el camino hacia Él es la virtud de la fe, por la cual elijo dar el salto, desde lo que veo con mis ojos, hasta lo que o Quien debo reconocer con mi mente detrás de lo que veo con mis ojos. De ahí que el Concilio de Trento (VI, 6) llame a la fe “el fundamento de la salvación”, y la Iglesia Católica por sus Creencias simplemente explica lo que necesito creer para tener fe en la verdad, y no en las falsedades, acerca de Dios.

2/ Ahora bien, no puede haber un deseo en una voluntad humana que no esté precedido por algún pensamiento en la mente de la misma persona. Un deseo sin objeto es un no-deseo. Ese objeto es presentado a la voluntad humana por una mente. Ahora bien la caridad es un tipo de deseo asentado en la voluntad, por lo que presupone un pensamiento en la mente. Y si la caridad ha de ser verdaderamente sobrenatural y no sólo humanista o sentimental, presupone un objeto sobrenatural en la mente, y ese es el objeto sobrenatural en el que se cree por la fe. Por lo tanto, la verdadera caridad presupone la verdadera fe, y sin la verdadera fe sobrenatural no puede haber verdadera caridad. De ello se deduce que si los oficiales romanos de hoy en día tienen una fe al menos seriamente contaminada por el Vaticano II, como es ciertamente el caso, entonces las personas que deseen mantener la verdadera fe deben ser seriamente advertidos de mantenerse alejados de tales oficiales, para que su propia fe no sea también contaminada. En otras palabras, se les debe decir que “suban la escalera”.

3/ Y aunque a los “sentados en la cátedra de Moisés” (Mt. XXIII, 2) se les debe todo el respeto debido a la cátedra de Moisés, más aún a la Sede de Roma, y aunque a los altos dignatarios de la Iglesia se les debe toda la caridad hacia las almas que tienen una tremenda responsabilidad en su Juicio Particular, sin embargo la fe católica es lo primero, de modo que ni el respeto ni la caridad pueden incluir el que yo exponga mi propia alma o la de cualquier otro a la contaminación de nuestra fe por contactos imprudentes arriesgándose a dicha contaminación. Los conciliares en el 2020 son todavía cruzados por la idolatría del hombre vendida por su miserable Concilio. Monseñor Lefebvre tenía razón, subir la escalera. Los católicos y los conciliares están en una guerra de religión, una guerra a muerte.

Kyrie eleison.