Sueños “Píos” – II

Si hay una cosa cierta sobre la Tradición Católica y el Concilio Vaticano II, es que son irreconciliables. Es tentador pensar que se pueden reconciliar, porque, por supuesto, la letra de los 16 documentos del Concilio incluye algunas verdades católicas. Pero el espíritu del Concilio está conduciendo hacia una nueva religión centrada en el hombre, y así como el espíritu inspiró la letra de los documentos, así también las verdades católicas que incluyen se encauzan hacia la “renovación” conciliar y se hacen parte de ella. De hecho, las Verdades Católicas (y la Jerarquía) han sido usadas por los Modernistas como portadores de su veneno liberal, como un caballo de Troya para sus herejías. Por lo tanto, incluso las verdades católicas están envenenadas en los documentos conciliares. Así, en 1990, Monseñor Lefebvre vio y dijo que el Vaticano II está 100% infectado por el subjetivismo, mientras que en 2001 Monseñor Fellay dijo que los documentos del Vaticano II son aceptables en un 95%.

Es en verdad tentador pretender que la Tradición Católica y el Vaticano II son reconciliables. De esta manera ya no necesito ser desgarrado tratando de seguir la Autoridad Católica y la Verdad Católica al mismo tiempo, porque desde ese Concilio, como dijo el Arzobispo, los católicos han sido forzados, o a obedecer a los Papas Conciliares y a apartarse de la Tradición Católica, o a aferrarse a la Tradición y “desobedecer” a estos Papas. De ahí la tentación de pretender de una manera u otra que la Tradición y el Concilio son reconciliables. Pero el hecho de que son irreconciliables es la realidad más importante que gobierna ahora la vida de la Iglesia, y así seguirá siendo hasta que la Autoridad de la Iglesia vuelva a la Verdad Católica de siempre.

Mientras tanto, sin embargo, el actual Superior General de la Fraternidad de Mons. Lefebvre, Mons. Fellay, está convencido de que la Tradición Católica y los Conciliares Romanos pueden reconciliarse entre sí, y desde que aprobó el GREC en los años 90, se ha esforzado por reunirlos. Su problema es que él no entiende cómo el modernismo mantiene las apariencias católicas para que actúen como un caballo de Troya para engañar a las almas católicas, mientras que no hay un verdadero caballo católico debajo de lo que aparenta ser uno. Pero Mons. Fellay cree que el caballo falso tiene todas las características de un caballo verdadero para que, con el tierno y amoroso cuidado de la Fraternidad, se convierta una vez más en un caballo católico.

Demasiados tradicionalistas se han permitido creer en esta política equivocada y lo siguen en su liderazgo hacia los romanos conciliares, pero los romanos por su parte no han sido engañados. Han jugado con su política haciendo aparentes concesiones a la Fraternidad y a la Tradición (por ejemplo, autorizaciones para confesar, ordenar y casarse), simulando reiteradamente que él está a punto de obtener el reconocimiento canónico de la Fraternidad, de modo que, por ejemplo, “sólo falta el sello en el acuerdo”. Pero a diferencia de él, ellos tienen claro que la Tradición Católica es irreconciliable con su Concilio, y por eso cada vez que lo han llevado al borde, han insistido en que la Fraternidad se someta a su Concilio.

Sin embargo, con cada “concesión” que Mons. Fellay ha aceptado para la Fraternidad, los romanos lo han introducido aún más en su trampa, y se le ha hecho más difícil volver atrás. Con cada “concesión” el acuerdo con Roma se ha convertido cada vez más en una realidad práctica, con o sin el “sello final”. Al retenerlo, los romanos, por la propia culpa de Mons. Fellay, pueden jugar con él como un pescador juega con un pez – ¿cómo puede ahora desenredar las “concesiones” otorgadas, y admitir que su política de 20 años ha sido un error? Pues su política fue un error desde el principio. Al carecer de la fe del Arzobispo, malentendió el problema de la Iglesia y el “problema” de la Fraternidad, y confió en la política humana para resolver ambos. Pero, por supuesto, los romanos con 2.000 años de experiencia han sido los políticos más hábiles – “Su Excelencia, basta ya de juegos. Durante veinte años nosotros hemos hecho todas las concesiones, usted no ha hecho ninguna” (sería una gran mentira, ya que aceptar las “concesiones” conciliares es en sí mismo una concesión a Roma). “Antes de julio o usted acepta el Concilio, o lo excomulgamos, y lo mostraremos al mundo como un fracaso. ¡Elija!”

Esa es sin duda una versión cruda de cómo los astutos romanos pueden presionar al Superior General, pero es él quien nunca debió haberle mendigado a la Autoridad sin Verdad. En el caso de la Iglesia Católica, la Autoridad Sin Verdad es de hecho una Autoridad sin autoridad.

Kyrie eleison.