Sentimientos Cristianos
Sentimientos Cristianos on mayo 14, 2016
¿Cómo se le pudo ocurrir al Papa Benedicto que Dios Padre era cruel con Dios Hijo al hacerlo pagar por los pecados del mundo (cf. CE de la semana pasada)? “Un bautismo tengo para bautizarme”, dice el mismo Hijo, “y cómo estoy en angustias hasta que sea cumplido” (Luc. XII, 50). Santa Teresa de Ávila quería “sufrir o morir”, pero Santa María Magdalena de Pazzi quería “sufrir y no morir”. La siguiente cita presenta la comprensión cristiana del sufrimiento de la cual carece el moderno Benedicto.
¿A quién puedo decirle lo que estoy sufriendo? A nadie en esta tierra, porque no es un sufrimiento de esta tierra y nadie en el mundo lo entendería. El sufrimiento es una dulce especie de dolor y una dolorosa especie de dulzura. Desearía sufrir diez veces, cien veces más. Por nada en el mundo quisiera que se detuviera. Pero esto no significa que no esté sufriendo. Yo sufro como si estuviera siendo constreñida por la garganta, oprimida entre las fauces de una prensa, quemada en un horno, perforada en el mismo corazón.
Si se me permitiera moverme, estar por mi cuenta, de modo que pueda moverme y cantar para dar rienda suelta a lo que siento dentro de mí, porque el dolor se siente realmente, sería un alivio. Pero estoy clavada como Jesús en la Cruz. No puedo moverme ni estar por mi cuenta, y tengo que morder mi lengua para no satisfacer la curiosidad de la gente con mi dulce agonía. Morder mi lengua es decir poco. Sólo con un gran esfuerzo puedo controlar el impulso de dejar salir el llanto de dolor y alegría sobrenatural, que brota dentro y quiere estallar con toda la fuerza de una llama abrasadora o del agua que sale a borbotones.
La faz de Jesús, nublada de dolor cuando Pilato lo muestra a la muchedumbre, me atrae como el espectáculo de algún desastre. Él está frente a mí y me mira, de pie sobre los escalones del Pretorio, su cabeza coronada de espinas, sus manos atadas delante de la vestidura de loco que le dio Herodes para ridiculizarlo, pero de hecho vistiéndolo con una blancura que corresponde a su perfecta Inocencia. Él no dice nada, pero todo en Él está hablando, llamándome, pidiéndome algo.
¿Para qué? Él me está pidiendo que lo ame. Sé que es eso, y se lo doy hasta que me siento morir con una espada traspasando mi pecho. Pero Él todavía me está pidiendo algo que yo no entiendo. Y desearía entender. No entender es una tortura para mí. Desearía poder darle todo lo que quiere, incluso si tuviera que padecer una muerte agonizante. Y eso todavía no puedo dárselo.
Su rostro, lleno de dolor, me atrae y me fascina. Él es tan hermoso cuando es el Maestro o cuando ha Resucitado de entre los muertos. Pero mirándolo entonces me llena simplemente de alegría, mientras que verlo en dolor me llena con un amor inconmensurable, inigualable aún al cuidado de una madre por su creatura sufriente.
Sí, comprendo, el amor Compasivo es la crucifixión de la creatura que sigue a su Maestro todo el camino hasta el tormento final. Es un amor tiránico, que bloquea todo pensamiento que no sea Su dolor. Ya no nos pertenecemos. Vivimos solamente para consolar Su tortura, y Su tortura es nuestro tormento, el cual literalmente nos mata. Y sin embargo, cada lágrima que derramamos por el dolor es más cara que una perla de gran valor, y cada dolor Suyo al cual podamos entrar es más ambicionado que cualquier tesoro.
Padre, he tratado de decirle lo que estoy padeciendo, pero trato en vano. Entre todas las visiones que Dios me ha dado, el contemplar su sufrimiento será siempre lo que lleve mi alma al séptimo cielo. Morir de amor mientras se contempla Su sufrimiento -¿qué muerte puede ser más hermosa?
Kyrie eleison.