Gloria de María
Entre las Fiestas Católicas de la Asunción de Nuestra Señora al Cielo (15 de Agosto) y la Natividad de Nuestra Señora (8 de Septiembre), puede ser un buen momento para reflexionar sobre una objeción principal Protestante a la devoción de los Católicos hacia Nuestra Señora, a saber, que toda la atención, honor y oración dirigidos hacia Nuestra Señora le es tanto así quitado a Nuestro Señor – Él sólo es nuestro Redentor, así que solamente a Él deben ser dirigidas toda nuestra devoción, adoración y oración. La siguiente cita, proviniendo como de Nuestro Señor mismo, pone muchas objeciones en una perspectiva diferente:—
El ojo humano no puede mirar al sol, pero puede mirar a la luna. El ojo del alma humana no puede mirar la perfección de Dios tal como ella es, pero puede mirar la perfección de María. María es como la luna respecto al sol. Está iluminada por su luz y refleja sobre vosotros la luz que la ha iluminado, pero suavizándola con esos místicos vapores que la hacen soportable a vuestra limitada naturaleza. Por esto Yo os la propongo desde hace siglos como modelo para todos vosotros a quienes he querido como hermanos, precisamente en María.
Ella es la Madre ¡Qué dulzura para los hijos mirar a su madre! Os la he dado por esa razón, para que
pudierais tener una dulce Majestad para contemplar, cuyo esplendor fuera suficiente para arrebataros y cautivar vuestra mirada, pero no tan brillante como para cegaros. Sólo ante almas especiales, que he elegido por motivos incensurables, me he mostrado a Mí mismo, en todo el fulgor de Dios-Hombre, de Inteligencia y Perfección absolutas. Pero junto a aquél don, les he tenido que dar otro que las hiciera capaces de soportar Mi conocimiento sin quedar aniquiladas.
Mientras que a María la podéis mirar todos. No porque ella sea semejante a vosotros. ¡Oh! ¡No! Su pureza es tan alta que Yo, su Hijo y su Dios, la trato con veneración. Su perfección es tan grande que el Paraíso todo se inclina ante su trono sobre el que desciende la eterna sonrisa y el eterno resplandor de Nuestra Trinidad. Pero este resplandor, que la compenetra e imbuye más que a ninguna otra criatura de Dios, está difuso por los velos candidísimos de su carne inmaculada, por la cual Ella irradia como una estrella, recogiendo toda la luz de Dios y difundiéndola como una luminosidad suave sobre todas sus criaturas.
Y además Ella es vuestra Madre eternamente. Y la Madre tiene todas las piedades que os excusan, que interceden por vosotros, que instruyen pacientemente. Grande es la alegría de María cuando Ella puede decir a quien le ama, “Ama a mi Hijo”. Grande es mi propia alegría cuando puedo decir a quien me ama, “Ama a mi Madre”. Y grandísima es nuestra alegría cuando vemos que separándose de mis pies uno de vosotros va a María, o separándose del regazo de María uno de vosotros viene hacia Mí. Porque la Madre goza al dar otras almas enamoradas al Hijo, y el Hijo goza al ver amada por otros a la Madre. Pues cuando de nuestra gloria se trata, ninguno de nosotros busca prevalecer, sino que la gloria de cada uno de nosotros se completa en la gloria del otro.
Por esto te digo: “Ama a María. Te doy a Ella. Ella te ama e iluminará tu existencia con tan sólo la suavidad de su sonrisa”.
Si los Católicos supieran cómo dejar que su luz irradie a través de ellos, ellos atraerían incontables almas hacia su Hijo y hacia Dios, como verdaderamente los Protestantes devotos sólo pueden desearlo.
Kyrie eleison.