Iglesia Sangrante
Un cofrade que se resiste al cambio de la Fraternidad San Pío X de Monseñor Lefebvre a la Neofraternidad de Menzingen, así como al cambio de la Iglesia Católica de la Tradición a la Neoiglesia del Vaticano II, ha escrito algunas consideraciones interesantes, traducidas aquí abajo. Eran privadas, pero son demasiado valiosas como para no compartirlas más ampliamente. Un cofrade suyo le había escrito expresándole la esperanza para la Pascua de que “la Iglesia (y la FSSPX) pudieran resucitar pronto de entre los muertos”. Él contestó:—
Un hombre de 60 años, a quien considero sabio, me dijo el Sábado Santo: “La Iglesia debe ser crucificada como lo fue su divino Maestro el Viernes Santo . . . ahora estamos viviendo el Viernes Santo . . . . El Sábado Santo aún está por llegar, y todavía tardará un tiempo”.
A lo que me gustaría añadir algunas reflexiones.
La Iglesia no está a punto de resucitar, sino que se va a desangrar hasta morir de la manera más dolorosa hasta que incluso parezca que ya no está allí. Si la FSSPX (sobre todo sus sacerdotes) será parte de esta gloriosa hemorragia hasta la muerte, sólo el Cielo lo sabe. En todo caso es la muerte por sangrado la semilla para la resurrección.
Si la FSSPX se niega a pertenecer a la Iglesia sangrante queriendo continuar abriéndose paso poco a poco en la comunidad multirreligiosa presidida por el Papa (?) Francisco – y Menzingen y el P. Schmidberger trabajan desde hace años para convertir a la Fraternidad en una semejante a la Fraternidad San Pedro – entonces la Fraternidad seguirá desangrándose hasta la muerte, porque de una manera u otra la persecución probablemente vendrá para todos, especialmente para las personas que llevan sotana. Sin embargo, en aquel caso la Fraternidad no sufrirá como los gloriosos Apóstoles del fin de los tiempos, sino más bien, desgraciadamente, como castigo por su comodidad material, tibieza e infidelidad al Arzobispo que la fundó . . . .
(Si hay un signo de interrogación contra el “Papa Francisco”, es porque, por razones objetivas, hay al menos alguna incertidumbre, alguna duda, en cuanto a si es Papa. Es precisamente por eso que en 1988 el Cielo separó tan gentilmente a la Fraternidad de una Roma que se había vuelto un tanto cismática . . . . En efecto, no tenemos comunión en la fe con las autoridades presentes en el Vaticano, estamos verdaderamente fuera de su comunión, o ex-comulgados – lo que es nuestra buena fortuna y nuestro honor – al igual que en la tarde del primer Viernes Santo, la Iglesia severamente reducida en número sólo se podía encontrar fuera de Jerusalén, en el Calvario . . . )
En verdad, nada ilumina tanto el estado actual de la Iglesia como el relato evangélico de la Pasión de Cristo, y a la inversa se puede decir que nada ilumina tanto el relato evangélico como la actual desolación de la Iglesia. Y así como los mismos Apóstoles, incluso después de haber sido advertidos repetidamente por Nuestro Señor de la proximidad de su Pasión (Mt. XVI, 21; XVII, 21; XX, 17–19) todavía no podían creer que fuera real cuando llegó a ellos, así también ahora muchos buenos católicos difícilmente pueden creer que es la Iglesia de Cristo la que tiene tales tormentosos problemas y tales Papas inadecuados.
Pero el propósito de Dios al crear el universo era compartir Su felicidad divina al poblar Su Cielo con criaturas racionales, angélicas o humanas, que libremente elegirían unirse a Él en Su Cielo. La palabra clave aquí es “libremente”. Con la facultad de la razón Dios da a todo ser humano capaz de usarla, también el libre albedrío, y desde allí Él equilibra las circunstancias de cada uno de nosotros para que la elección sea real entre el Cielo y el Infierno. Por lo tanto Él permite tanta libertad como sea posible para que los seres humanos maten a Su propio Hijo o derriben la Iglesia de Su Hijo, pero nunca tanta libertad como para arruinar completamente a Su Hijo o a Su Iglesia. Por lo tanto Él permite tribulaciones inimaginables para Su Iglesia tales como sólo el tiempo lo dirá completamente entre ahora y el fin del mundo, pero la sabiduría de Dios alcanza mucho más allá que nuestras pequeñas imaginaciones (Is. LV, 8,9).
Kyrie eleison.