Divinidad Trascendente
Divinidad Trascendente on abril 8, 2017
Si hay un momento del año que es especialmente apropiado para contemplar el sufrimiento y la muerte de Nuestro Señor Jesucristo, ese momento es seguramente hoy, en la víspera del Domingo de Ramos, justo antes de la Semana Santa. Y esa contemplación se ha vuelto más necesaria cada año por los últimos 50 años porque el sufrimiento de la Madre Iglesia que apareció con el Vaticano II se ha vuelto más y más escandaloso, más y más misterioso. Todos necesitamos recordarnos a nosotros mismos que Dios es misterioso, en otras palabras que Él va infinitamente más allá de nuestras pequeñas mentes humanas. De otro modo nos arriesgamos a recortarlo a un tamaño adecuado para que Él encaje dentro de esas pequeñas mentes. “Pues mis pensamientos no son vuestros pensamientos, y vuestros caminos no son mis caminos, dice Yahvé. Así como el cielo es más alto que la tierra, así mis caminos son más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos que vuestros pensamientos” (Is. LV,8–9).
Esta gran lección es enseñada en el quinto Misterio Gozoso del Santo Rosario, cuando a la edad de 12 años Nuestro Señor se permitió estar perdido para Su Madre y San José a fin de recordarles que Él tenía que ocuparse de los asuntos de Su Padre. Su Madre no pudo comprender – “Hijo, ¿porqué has hecho así con nosotros?” Él había causado tres días de intensa ansiedad a sus padres humanos – “Tu padre y yo te estábamos buscando con angustia”. Nuestro Señor respondió como si ellos hubieran estado ansiosos sin razón – “¿Cómo es que me buscábais? ¿No sabíais que conviene que Yo esté en lo de mi Padre?” Pero tan intensa había sido la ansiedad de Sus padres que humanamente esta respuesta no tuvo ningún sentido para ellos – “Pero ellos no comprendieron las palabras que les habló”. Sin embargo, Su Madre sabía que era mejor no preguntar más nada a Su Hijo. En su lugar, Ella “conservaba todas estas palabras en su corazón” (Luc. II,48–51) para ver por que Dios estaba en lo correcto aunque Ella no pudiera entender.
A la futura cabeza de la Iglesia, Piedra sobre la cual Ella sería construida, la misma lección sobre los caminos de Dios trascendiendo por mucho los nuestros necesitaba ser enseñada, aunque algo más rudamente que a la gentil Madre de Nuestro Señor. Demasiado humanamente, Pedro reprende a Nuestro Señor por atreverse a decirle a los Apóstoles que Él está yendo a Jerusalén para sufrir y morir. La respuesta de Nuestro Señor es punzante: “¡Apártate de Mí, Satanás!”, pero la explicación es esencialmente la misma que a Su Madre, “¡porque no sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres!” (Mat. XVI,21–23). Pedro, recién nombrado Piedra de la Iglesia (Mat. XVI,18–19) es al que menos se le puede permitir pensar humanamente en lugar de divinamente cuando será cuestión de gobernar a la Iglesia.
Pero, por supuesto, Nuestro Señor sí reconoce el problema de los seres humanos pensando demasiado humanamente cuando se trata de las cosas de Dios. Es por eso que, pronto después de la reprimenda a Pedro, Él lo llevó con Santiago y Juan al Monte Tabor para, por medio de Su Transfiguración, dejar que la divinidad de la Deidad brillara desde dentro de la naturaleza humana Así, los Apóstoles estarían pronto sacudidos hasta lo más profundo de sus corazones por el terrible deicidio en Jerusalén, pero tres de ellos iban a poder dar testimonio de lo que habían visto con sus propios ojos (cf. II Pedr. I,16–18), antes de la Pasión, de la Divinidad brillando desde dentro de aquel hombre crucificado en el Calvario.
Y, ¿en nuestros días? Los Católicos saben que la vida de la Iglesia Católica es la continuación en la tierra de la vida Encarnada de Cristo en la tierra, así que en principio ellos saben que así como los 33 años de Cristo terminaron en Su Pasión y Muerte, así la Iglesia puede terminar su tiempo en la tierra sangrando de todas las heridas hasta que esté prácticamente extinguida. Sin embargo, verlo en la práctica, ocurriendo delante de los ojos de uno, puede sacudir la fe de muchos hombres buenos – “¿Cómo es posible que estos Papas, estos Cardenales y estos Obispos sean los portadores de la autoridad de Dios en la estructura de Su única verdadera Iglesia?” Por supuesto que ellos en general no son sus fieles portadores, pero, ¿dónde más si no están sus portadores estructurales? Paciencia. Dios estaba todavía allí, siendo arrastrado al Calvario, y así Él todavía está allí, siendo arrastrado al Nuevo Orden Mundial. ¡Pero Él no ha dicho Su última palabra!
Kyrie eleison.