“¿Iglesia Oficial”?
Uno debe ser muy cuidadoso con las palabras, porque con las palabras opera nuestra mente sobre las cosas, y las cosas constituyen la vida cotidiana. Por lo tanto, de las palabras depende cómo conduciremos nuestras vidas. En la iglesia parroquial emblemática de la Fraternidad San Pío X en París, Francia, hay un sacerdote de la Fraternidad que tiene el debido cuidado con las palabras. El P. Gabriel Billecocq escribió en el pasado número (333) de la revista mensual de la parroquia Le Chardonnet, un artículo titulado ¿Dijo usted ‘Iglesia oficial’? En este artículo él no menciona el Cuartel General de la Fraternidad en Menzingen, Suiza, pero se queja del “deseo” que proviene de alguna parte, presumiblemente de arriba, que las palabras “Iglesia Conciliar” deben ser reemplazadas siempre por las palabras “Iglesia Oficial”. Y tiene razón, porque las palabras “Iglesia Conciliar” son perfectamente claras, mientras que las palabras “Iglesia Oficial” son ambiguas.
Porque por un lado, la “Iglesia Conciliar” significa claramente esa gran parte de la Iglesia actual que está más o menos envenenada con los errores del Concilio Vaticano II. Esos errores consisten esencialmente en poner al hombre en el centro de la Iglesia, que debe estar centrada en Dios. Por otro lado, la “Iglesia Oficial” es una expresión con dos posibles significados. O bien puede significar la Iglesia instituida oficialmente por Cristo y traída oficialmente a nosotros en el curso de los siglos por la sucesión de los Papas, y a esa “Iglesia Oficial” ningún católico puede objetar, todo lo contrario. O la “Iglesia Oficial” puede entenderse como aquella masa de funcionarios de la Iglesia dedicada al Vaticano II, quienes durante el último medio siglo han estado usando su poder oficial en Roma para imponer a los católicos los errores conciliares, y a esta “Iglesia oficial” ningún católico puede no objetar. Por lo tanto, la “Iglesia Conciliar” expresa algo automáticamente malo, mientras que “Iglesia oficial” expresa algo bueno o malo, dependiendo de cuál de los dos significados se le esté dando. Por lo tanto, reemplazar “Iglesia Conciliar” por “Iglesia oficial” es reemplazar la claridad con la confusión, y también evita que los católicos se refieran al mal del Vaticano II.
El P. Billecocq nunca sugiere que el Cuartel General de la Fraternidad haya “deseado” tal cosa, pero un hecho y una especulación lo sugieren. En cuanto al hecho, a principios de este mes el Superior de Distrito de Francia de la Fraternidad, el P. Christian Bouchacourt, al ser entrevistado en público acerca de las próximas elecciones en julio, dijo: “tan pronto como sea elegido el Superior General, el Vaticano es notificado inmediatamente de la decisión”. Tal notificación al Vaticano por la Fraternidad sobre las elecciones de ésta, nunca antes se había hecho. Y esto sugiere fuertemente que los actuales líderes de la Fraternidad anhelan no solamente que Roma sea informada, sino que también dé su aprobación oficial a la elección de los líderes de la Fraternidad – ¿por qué notificar sino para obtener por fin la aprobación? ¿Qué más suplicará la Neofraternidad de la Neoiglesia? ¿Por qué cosa no va a suplicar? ¡Qué lejos ha llegado la Fraternidad desde los días en que la fe de Mons. Lefebvre solía forzar a Roma a suplicar!
En cuanto a la especulación, se escucha que dos candidatos principales están siendo preparados por Menzingen para que los electores elijan como Superior General en las elecciones de julio de la Fraternidad, porque el puesto ya no será ocupado por un obispo. Supongamos que Roma ya tiene el control virtual de las importantes decisiones que se están tomando en el Cuartel General de la Fraternidad. En ese caso, Roma no tiene mucho que temer de que alguno de estos dos candidatos cambie sustancialmente las políticas pro-romanas de Mons. Fellay, mientras que puede tener mucho que ganar con la aparición de un cambio en la cúspide. Además podría hacer uso de Mons. Fellay en Roma para ser la cabeza de una “renovada” Congregación Ecclesia Dei, incluyendo a todas las comunidades Tradicionales, incluyendo a su propia Congregación anterior, la Fraternidad.
¿Quién puede dudar de la habilidad de los romanos de girar todas las situaciones para su ventaja? A no ser que . . . a menos que estallara de nuevo en la Fraternidad esa Fe y Verdad que fueron la fuerza motriz de Mons. Lefebvre, y de su victoria sobre todos los liberales y modernistas en Roma. Estos demonios se esfuerzan por deshacer de una vez por todas la Tradición Católica de Dios, que es el obstáculo potencial más serio para su nueva Religión Mundial Única. Y Dios puede requerir nada menos que la sangre de los mártires católicos para detenerlos. Los mártires que vienen de entre los sacerdotes y laicos de la Fraternidad serán su gloria.
Kyrie eleison.