Sentimientos Doctrinales
El “Comentario” de la semana pasada (CE 461) no habrá sido del gusto de todos. Los lectores pudieron haber adivinado que la autora no nombrada de la larga cita era del mismo sexo que las también citadas Santa Teresa de Ávila (“sufrir o morir”) y Santa María Magdalena de Pazzi (“sufrir y no morir”), y la cita anónima pudo haber parecido excesivamente emocional. Pero el contraste con los sentimientos del Papa Benedicto citados la semana anterior (CE 460) fue deliberado. Mientras que el texto del varón mostró a los sentimientos gobernando a la doctrina, el texto de la mujer mostró la doctrina gobernando a los sentimientos. Es mejor, obviamente, la mujer poniendo a Dios primero, como Cristo en el Huerto de Getsemaní (“Padre mío, si es posible, pase este cáliz lejos de Mí; más no como Yo quiero, sino como Tú”), que el varon poniendo a los sentimientos primero y cambiando la doctrina y religión católicas a la religión Conciliar.
El sorprendente contraste destaca que la primacía de Dios significa que la doctrina viene primero, mientras que la primacía de los sentimientos significa que el hombre viene primero. Pero la vida no se trata de evitar el sufrimiento, se trata de alcanzar el Cielo. Si entonces yo descreo en Dios y adoro a Mammón en su lugar (Mt. VI,24), yo no creeré en la vida del más allá y pagaré por drogas más y más caras para evitar el sufrimiento en esta vida, porque no hay otra vida. Y así, las “democracias” Occidentales crean, uno tras otro, ruinosos Estados de bienestar porque la manera más segura para un político “democrático” de ser elegido o no es la de tomar una posición a favor o en contra de medicina gratis. El cuidado del cuerpo es todo lo que queda en la vida de muchos hombres que no tienen Dios. Así el secularismo arruina al Estado: “Si Yahvé no edifica la casa, en vano trabajan los que la construyen” (Sal. CXXVI,1), mientras que “Dichoso el pueblo cuyo Dios es Yahvé” (Sal. CXLIII,15). La Religión gobierna a la política y a la economía por igual, la religión falsa para su mal, la religión verdadera para su verdadero bien.
En base a su entrevista de Octubre (CE 460), Benedicto podría responder: “Sí, pero ¿qué utilidad tiene una religión en la cual creen cada vez menos personas? En el hombre moderno la religión católica de todos los tiempos ha perdido su afianzamiento. La doctrina de ayer puede ser tan verdadera como pueda serlo, pero ¿qué utilidad tiene si ya no habla al hombre como él es hoy, donde él está hoy? La doctrina es para las almas pero, ¿cómo puedo hablar al hombre contemporáneo sobre el sufrimiento redentor o sobre la Redención cuando el sufrimiento no tiene sentido para él? El Concilio fue absolutamente necesario para refundir la doctrina en una forma inteligible para los hombres tal como ellos son hoy”.
Y para esta posición implícita en la entrevista de Benedicto, aquí podría haber una respuesta: “Su Santidad, la doctrina es para almas, sí, pero lo es para salvarlas del castigo eterno y no para prepararlas para éste. La doctrina consiste en palabras, las palabras expresan conceptos, los conceptos vienen en última instancia de cosas reales siendo concebidas. Su Santidad, Dios, el alma inmortal del hombre, la muerte, el Juicio, y la inevitabilidad de la salvación o condenación eterna, ¿son realidades externas a mi mente? Si son realidades independientes de mí, ¿ha cambiado cualquiera de ellas desde los tiempos modernos? Y, si estas realidades no han cambiado en lo absoluto, entonces las doctrinas que las expresan ¿no expresan también, junto con la doctrina del pecado original, un peligro real para todo hombre viviente de caer en el Infierno? En cuyo caso, por más desagradable que puedan sentirse estas realidades, ¿qué posible servicio hago yo por mi prójimo al hacer que las doctrinas se sientan más agradables de manera que oculten el peligro eterno en lugar de advertirle sobre él? ¿Qué tanta importancia tienen sus sentimientos comparado con la importancia de que comprenda, y asimile, las verdaderas doctrinas para ser plenamente feliz y no completamente atormentado por toda la eternidad – por toda la eternidad?
Pero en nuestro mundo apóstata la masa de hombres sólo quiere que se le digan fábulas (II Tim. IV,4) para amortiguar sus pecados. El resultado es que para mantener el universo moral en balance debe haber un cierto número de almas místicas, conocidas sólo por Dios, que tomen sobre sí mismas agudos sufrimientos por Cristo y por su prójimo, y es muy probable que la mayoría de ellas sean mujeres.
Kyrie eleison.