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LEY DEFINIDA

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Y si no veo esa monstruosidad, debo rezar,

El Rosario, ¡quince misterios diarios, sin dudar!

Los intentos desesperados del papa Francisco de utilizar toda su autoridad papal para aplastar el rito tridentino de la misa y eliminarlo de la Iglesia Católica de una vez por todas, están ganando, con razón, siempre menos tracción entre los católicos. ¿Cómo Dios Todopoderoso puede haber permitido que Su propia autoridad que confía a Su Vicario en la tierra sea tan mal utilizada, sigue siendo un misterio, porque por supuesto Él la pone en manos de los hombres para construir su Iglesia y no para derribarla. Muchos católicos están tan angustiados por el problema que están recurriendo a la simple solución del sedevacantismo, porque con esa teoría de que no ha habido ningún papa válido desde Juan XXIII (1958–1963), los seis papas desde el Vaticano II (1962–1965) no han sido papas en absoluto. Pero esa teoría, que parece resolver con tanta facilidad el problema de los papas conciliares, adopta muchas formas contradictorias, y puede llevar a los católicos a abandonar la fe por completo, sobre la base de que no puede quedar ningún sacerdocio válido, así que mejor se quedan en casa en vez de ir a misa. Así, el sedevacantismo puede plantear más problemas de los que parece resolver.

Tales frutos sugieren que el sedevacantismo bien puede no ser la solución correcta al grave problema establecido por todos los seis papas conciliares, uno tras otro, y culminando en los horrores especiales del papa Francisco. Puede ser un buen momento para recordar la fecunda solución de Mons. Lefebvre (1905–1991), destacado pionero en su oposición hoy al modernismo del Vaticano II con su “Tradicionalismo”.

Tradición es catolicismo, decía, y catolicismo es Tradición. «Jesús es el mismo, ayer, hoy y por los siglos de los siglos» (Heb. XIII, 8). Siglos de protestantismo y liberalismo han creado un mundo moderno que es tan glamuroso y seductor que al final hasta los vicarios de Cristo en la tierra se han dejado convencer de que Jesús tiene que adaptarse al hombre moderno, y no al revés. Pero Jesús y su Iglesia no necesitan modernizarse, sino ser presentados como la Tradición católica siempre lo hizo en los tiempos pasados. Y el asombroso éxito de la Fraternidad San Pío X de Monseñor en todo el mundo, al menos hasta su muerte en 1991, demostró que la versión tradicional de Jesús y su Iglesia aún puede prosperar, contra la modernidad.

¿Qué dijo entonces el arzobispo sobre la autoridad católica modernista? Dijo que incluso los papas católicos siguen siendo por sí mismos hombres falibles, a menos que comprometan su autoridad infalible, lo que sólo pueden hacer en las cuatro estrictas condiciones claramente establecidas en la solemne Definición del infalibilidad de 1870. Si falta una sola de las cuatro condiciones -y los papas conciliares nunca presentaron las cuatro en su promoción de las novedades conciliares – entonces los papas son tan capaces como cualquier ser humano normal de cometer errores. Por eso las novedades modernistas del Vaticano II de ninguna manera caen bajo la protección de la infalibilidad papal, altamente restringida en su aplicación práctica.

Pero, ¿qué pasa con las órdenes papales del papa de abandonar el rito tradicional de la misa en latín? ¿No estamos obligados a obedecerles? No, no estamos obligados a obedecerles porque no son ordenes legales, como monseñor Lefebvre siempre dijo, y como la Iglesia Católica siempre ha dicho. El Papa no tiene poder de Dios para ordenar cualquier cosa que se le ocurra. La definición de ley es que es un mandato de la razón para el bien común, hecho por aquellos que son responsables del bien común. Así que si no es para el bien común, como cualquier ley que pretenda legalizar el aborto, entonces no es ley en absoluto.

Por lo tanto, cuando se trata del sacrificio de la misa, del que el padre Pío dijo que nuestro planeta tierra puede antes estar sin la luz del sol que sin ese sacrificio, sustituir su más venerable y digno rito en latín, centrado en Dios, por un nuevo rito en lenguas modernas, doctrinalmente dudoso, sin dignidad, inventado para centrarse en el hombre, se opone tan claramente al verdadero bien común de la Iglesia católica que no puede ser objeto de una verdadera ley de la Iglesia. Por lo tanto, ninguna pretendida ley tal se debe obedecer, por muchas veces que el papa Pablo VI, o el papa Francisco, o sus sucesores de ellos, traten de imponer tal monstruosidad.

Kyrie eleison.