La Iglesia Sepultada – II
La Iglesia Sepultada – II on abril 25, 2020
Hace dos semanas estos “Comentarios” plantearon una doble pregunta sobre cómo la Iglesia Católica, en su actual aflicción, comparable al tiempo que pasó Nuestro Señor entre su crucifixión y su resurrección, podra, en primer lugar, sobrevivir en su “tumba” y, en segundo lugar, levantarse de ella. Una primera parte de la respuesta fue en general, que en lo que Dios Todopoderoso puede o quiere hacer no se limita a lo que los seres humanos pueden pensar, de hecho se puede esperar que haga lo inesperado. En el quinto Misterio gozoso del Santo Rosario, su propia Madre se desconcertó por la aparente indiferencia a su felicidad por parte de su Hijo otramente tan obediente.
Entonces, en particular, estos “Comentarios” sugirieron que si bien es absolutamente anormal que la Iglesia sobreviva como en una tumba, virtualmente sin la ayuda superior de un Papa ortodoxo o de obispos, sin la estructura de una diócesis o parroquia o Congregación oficial, sin embargo, donde existe la verdadera Fe y un mínimo de sentido común y caridad, la Iglesia puede sobrevivir incluso en grupos pequeños y desarticulados, al menos por un tiempo, hasta que la Providencia restaure una jerarquía normal para poner fin al desorden. Por ejemplo, podemos mirar el desorden que nos rodea hoy en día y podemos decir que es el fin de la Iglesia, pero si Dios lo ha permitido, es seguro que no es el fin de la Iglesia, lo cual nunca podría permitir (Mt. XXVIII, 20).
Queda la segunda parte de la pregunta planteada hace dos semanas, a saber, cómo va a poder la Iglesia salir de su actual tumba, o levantarse de ella. La pregunta tiene una importancia especial, porque la tentación es ver el problema de una manera demasiado humana y buscar una respuesta demasiado humana. Así, mientras que Monseñor Lefebvre solía decir que la solución está en manos de Dios – y esa es la verdad, no es una salida fácil – sus sucesores al frente de la Fraternidad San Pío X tomaron la posición de que no podemos esperar indefinidamente para resolver el estado insatisfactorio de la Fraternidad dentro de la Iglesia oficial. En cambio, debemos buscar obtener cuanto antes el reconocimiento oficial que se debe a la fidelidad de la Fraternidad, y que será de inmenso beneficio para toda la Iglesia. Y sobre esta base los sucesores del Arzobispo en varios momentos desde el 2012 se han regocijado de estar a un as, dijeron, de sellar un acuerdo con Roma que por fin habría otorgado a la Fraternidad el reconocimiento oficial que merece.
Pero estos sucesores habían perdido la madera para los árboles. ¿Qué es la Roma de hoy sino casada y soldada a la nueva religión de la Pachamama y el Vaticano II? ¿Y qué era la Fraternidad del Arzobispo sino un bastión de la verdadera fe que debía ser defendida mediante la formación de verdaderos sacerdotes para continuar la verdadera religión católica como antes del Vaticano II? La confrontación fue directa, porque el cambio de religión fue radical. Por lo tanto, si la Roma de hoy le concedió – o concede – algo a la Fraternidad, sólo puede ser si la Fraternidad baja la guardia. Así, la oficialización de los matrimonios y confesiones de la Fraternidad ha hecho mucho para desarmar la resistencia de la Fraternidad a la Roma oficial, y a través de la Roma oficial a su religión Conciliar y a la apostasía mundial.
Lo que los sucesores del Arzobispo no han comprendido, como lo comprendía el Arzobispo, es la amplitud y profundidad sobrenaturales de esa apostasía. Están demasiado cerca de ella. Están demasiado cerca del mundo moderno del que surge. Por eso buscan respuestas humanas a un problema que sólo puede tener una solución divina. El problema está más allá de los cálculos, las maniobras o la política de los hombres, incluso de los eclesiásticos.
Como Daniel, los hombres deben volverse a Dios, y para volverse a Dios debemos pasar por su Madre, como Dios dejó claro en Fátima en 1917, justo cuando el problema moderno surgía con toda su fuerza, con la Revolución Comunista en Rusia. De hecho, Dios nos dio la solución sobrenatural en el momento en que el Diablo debe haber pensado que realmente estaba ganando, y esa solución es la Consagración (no la secularización), de Rusia (no de todo el mundo), al Inmaculado Corazón de María (ni siquiera al Sagrado Corazón), por el Papa (no por las autoridades de ninguna otra religión que no sea la católica), en unión con todos los obispos católicos del mundo (no sólo por el Papa). Y así es como la Iglesia saldrá de su tumba. Y solo este es el cómo, porque Su Madre lo ha dicho. Que la Fraternidad inste a todos sus sacerdotes y seguidores a practicar intensamente los primeros sábados, para contribuir a obtener esa Consagración.
Kyrie eleison.