Ingo Metzmacher

El Acorde de Tristán

El Acorde de Tristán on octubre 24, 2009

A una estructura objetiva del alma humana, corresponde una estructura objetiva musical. Ambas pueden ser perturbadas por elecciones discordantes de los hombres, pero el libre albedrío subjetivo no puede cambiar estas estructuras ni su correspondencia mutua. ¿No es acaso por sentido común el que se tenga música suave en los supermercados para estimular a las mujeres a comprar, así como se ejecuta música vigorosa en el ejército para incitar a los hombres a marchar? La mercadotécnica y la milicia son actividades demasiado reales para permitir que las interfieran las fantasías del liberalismo.

Aun así, los liberales fantasean. De aquí la actual producción de “Tristán e Isolda” en el Covent Garden, esforzándose en deformar la obra maestra de Wagner, como se describió en los Comentarios Eleison de la semana anterior. Sin embargo, un artículo de dos páginas en las notas del programa para la misma producción, ilustra la correspondencia objetiva entre clases de música y clases de reacciones humanas. Quisiera poder citarlo todo, pero no se asusten de los detalles técnicos, lectores, porque estos son precisamente los que prueban el punto.

El artículo está tomado del libro “Vorhang Auf!” (“Arriba el telón”), de un director alemán que aun vive: Ingo Metzmacher. Se centra en el famoso “Acorde Tristán,” que aparece por primera vez en el tercero compás del preludio. El acorde consiste en un tritono (o cuarta aumentada), fa y si abajo de do central (do4) y arriba de él, una cuarta: re sostenido y sol sostenido. En este acorde, él dice, hay una tremenda tensión interna en busca de una resolución, pero cada una de las cuatro veces que este acorde aparece en los primeros 14 compases del Preludio, sólo se resuelve en la dominante 7a, un acorde irresoluto de por sí y que clama por una resolución. Y cuando al final se alcanza un acorde estable en fa mayor en el compás 18, inmediatamente es desestabilizado por una nota baja elevándose un semitono medio compás adelante, y así sucesivamente.

Los semitonos son de hecho la clave, dice Metzmacher, del nuevo sistema harmónico inventado por Wagner en “Tristán” para expresar el libre anhelo del amor romántico. Los semitonos “actúan como un virus – no hay sonido que esté a salvo de ellos y no hay nota que pueda estar cierta de que no variará hacia arriba o hacia abajo.” Los acordes así fraccionados contínuamente, reparados e inmediatamente fraccionados otra vez, constituyen una procesión indeterminada de estados de tensión irresoluta, que corresponde perfectamente en música al deseo mutuo de los amantes, “creciendo inmensurablemente como un resultado de la imposibilidad de hallarse plenamente.”

Pero Metzmacher señala el precio que se ha de pagar: la música basada en el sistema de claves, una mezcla estructurada de semitonos con tonos naturales, “toma su fuerza vital de una habilidad de darnos con una clave particular, la sensación de estar en casa.” Por el contrario, con el sistema de Tristán, “nunca podemos estar ciertos de que un sentimiento seguro no es en realidad un engaño.” Así, el acorde de Tristán “marca un punto de inflexión en la historia no sólo de música, sino de toda la humanidad.” Metzmacher entendería bien el viejo proverbio chino: “cuando el modo de la música cambia, los muros de la ciudad tiemblan.”

Quizá como la música tonal subvertida de “Tristán,” así este productor del Convent Garden intentó subvertir “Tristán.” Entonces ¿dónde se detiene la deformación de la vida y la música? Respuesta no wagneriana: ¡En las verdaderas celebraciones de la Misa! Con la Nueva Misa Masónica, los verdaderos cristianos nunca se sentirán en casa.

Kyrie eleison.