La Doctrina – ¿Por Qué? – I

La Doctrina – ¿Por Qué? – I on septiembre 11, 2010

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¿Por qué es la doctrina en general tan importante para los Católicos? Y ¿por qué es que en particular la Sociedad de San Pío X, siguiendo al Arzobispo Lefebvre y hoy en día a Monseñor Fellay, insiste que el acuerdo en la doctrina debe de preceder cualquier otra clase de acuerdo con la Roma Conciliar? ¿Por qué es que la FSSPX no puede aceptar ahora ser regularizada por Roma, y resolver las diferencias doctrinales después? Aquí tenemos dos preguntas interconectadas, aunque diferentes. Empecemos con la pregunta general.

La palabra “doctrina” viene del Latín doceo, docere, que quiere decir enseñar. Una doctrina es una enseñanza. En nuestro mundo liberal en donde todo el mundo quiere pensar y hablar como le plazca, la palabra “adoctrinamiento” se ha convertido en una palabra sucia. Sin embargo, para poner fin al adoctrinamiento, uno tendría que cerrar todas las escuelas porque en donde sea que una escuela está operando, un adoctrinamiento continúa. Aún si un maestro enseña que toda doctrina es pura tontería, ¡aún eso sigue siendo una doctrina!

Sin embargo, de hecho todos coinciden en que la doctrina es necesaria. Por ejemplo, ¿quién se atrevería a subirse a un aeroplano acerca del cual le hayan antes comentado que su diseñador ha desafiado la doctrina clásica de la aerodinámica, y ha puesto las alas boca abajo? ¡Nadie! La doctrina de la aerodinámica, la verdadera, la que enseña por ejemplo que las alas deben de estrecharse gradualmente hacia abajo en la parte trasera y no hacia arriba; no es solamente palabras que se hablan o se escriben de la nada, es una realidad de vida o muerte. Si un avión debe de volar sin estrellarse, la verdadera doctrina de la aerodinámica, en su más mínimo detalle, es esencial para su diseño.

De manera similar, si un alma va a volar al Cielo y no estrellarse en el Infierno, la doctrina Católica, enseñándole en qué debe de creer y cómo comportarse, es esencial. “Dios existe,” “Todos los seres humanos tienen un alma inmortal,” “El Cielo y el Infierno son eternos,” “Necesito ser bautizado para poder salvarme”; estas no son solamente palabras que se les imponen a las almas que crean, sino que son realidades de vida y muerte, pero de vida eterna y de muerte eterna. San Pablo dice a Timoteo que enseñe estas verdades de salvación a tiempo y fuera de tiempo (II Timoteo IV, 2), y para sí mismo dice, ¡Ay de mí si no enseñara el Evangelio! (I Corintios. IX, 16). ¡Ay del sacerdote Católico que no adoctrine a las almas con la doctrina infalible de la Iglesia!

Más la segunda pregunta subsiste: ¿no podría la FSSPX, para obtener de Roma la preciada regularización que solamente Roma tiene la autoridad de otorgar, aceptar un acuerdo práctico a través del cual ninguna parte de la doctrina Católica sería negada, pero a través de la cual las diferencias doctrinales entre Roma y la FSSPX se pondrían entre paréntesis por el momento? ¿Necesitaría así existir una traición de aquellas grandes verdades que mencionamos anteriormente?

El mismo Monseñor Fellay contestó a esa pregunta brevemente en una entrevista que dio a Brian Mershon en Mayo de este año, publicado en el diario “Remnant.” Aquí sus palabras: “Es muy claro que cualquier solución práctica que se diera sin un sano fundamento doctrinal conduciría directamente al desastre . . . Nosotros tenemos todos estos ejemplos ante nuestros ojos – la Fraternidad de San Pedro, el Instituto de Cristo Rey y todos los demás están totalmente bloqueados a nivel de la doctrina porque primero aceptaron el acuerdo práctico.” Pero ¿tiene que ser así? Interesante pregunta . . .

Kyrie eleison.