Comentarios Eleison

Los Frutos de Valtorta

Los Frutos de Valtorta on febrero 29, 2020

Nuestro Señor Jesucristo nunca esperó que sus ovejas fueran, y menos aún que pretendieran ser, grandes teólogos, pero sí esperó que tuvieran suficiente sentido común para poder, en caso de que alguien o algo les confundiera, poder juzgarlos por sus frutos. “Por sus frutos los conoceréis” – Mt. VII, 15–20. Ahora bien, las obras de María Valtorta (soltera italiana postrada en cama, 1897–1961), especialmente su Poema del Hombre-Dios (1943–1947), son muy controvertidas, siendo sus defensores tan entusiastas como sus atacantes violentos. Entonces, ¿cuáles son sus frutos? He aquí un testimonio recibido recientemente por el editor de estos “Comentarios”, adaptado como siempre para estos “Comentarios”:—

Me gustaría compartir con usted mi asombro por El Poema del Hombre-Dios de María Valtorta, después de mi paciente lectura de los diez volúmenes, y después de discutir con el editor de los libros y con los escritores que apoyan a María Valtorta. Ya lo había escuchado a usted citar a esta mística italiana en privado, pero entonces el ataque al Poema del Padre H. y su posterior estigmatización por la Fraternidad San Pío X me hizo esperar diez años antes de leerlo. Sin embargo, la Providencia finalmente puso en mis manos una copia de esta versión tan detallada del Evangelio, y de una biografía de María Valtorta, que leí cuidadosamente, con lápiz en la mano para tomar notas. Después de cinco meses de duro trabajo, me sorprendió lo ortodoxos que son los diez libros y el bien que hicieron a mi alma y a toda mi familia.

Hay Dominicos que lo condenan. Lo encuentro desafortunado. ¿Lo han leído realmente? Me hace sentir como si fuera un tabú hablar de ello abiertamente. También he estudiado todo acerca de cómo la obra llegó a existir (fue aprobada por Pío XII), y encuentro injusta la forma en que los Tradicionalistas han puesto a esta noble alma víctima en juicio y la han condenado. Temo por sus críticos no sea que sus revelaciones procedan verdaderamente de Nuestro Señor, y estén destinadas a nuestros tiempos.

Los números anteriores de sus “Comentarios” de los años 2011 y 2012 sobre el “ Poema ” son un verdadero consuelo para alguien como yo que siente que está cometiendo una falta cuando utiliza para su alimento espiritual diario “El Evangelio tal como me fue revelado” (el título alternativo del Poema ). Tenemos una variedad de versiones de esta monumental Vida de Jesús: no sólo los diez volúmenes completos para adultos, sino también libros ilustrados muy bien elaborados para niños a partir de los ocho años, y una versión simplificada para niños de 13 años. El resultado es que toda la familia está unida en estas luminosas páginas sobre el Hombre-Dios y sus relaciones con el mundo, con su Madre, y sobre todo para nuestros tiempos, con Judas Iscariote. Sus relaciones con los otros once Apóstoles, las santas mujeres y sus enemigos son igualmente edificantes.

Para entender la Pasión de la Iglesia de hoy, sufriendo y muriendo a manos de sus propios ministros, es particularmente útil comparar el carácter moderno y la naturaleza liberal de Judas, traidor dentro de la Iglesia como se retrata en el Poema, con nuestros propios eclesiásticos conciliares, pero también añadiría con el soñoliento “cristiano” liberal dentro de cada uno de nosotros. Porque, en efecto, el drama se desarrolla no sólo en la cabeza de la Iglesia, sino también en y a través de las familias que renuncian a la lucha por vivir de acuerdo con el Evangelio, exactamente como se reveló a María Valtorta . . . (Aquí termina el testimonio del lector)

En conclusión, el Poema del Hombre-Dios de María Valtorta es muy controvertido, pero no tiene por qué serlo. Por un lado no está a la altura de los cuatro Evangelios o de la Sagrada Escritura, ni ha sido declarado auténtico por la Iglesia, ni es necesario para la salvación, ni es del gusto de todos los católicos serios, ni es reclamado como ninguna de estas cosas por ningún católico que tenga sano juicio. Por otro lado, como con el Sudario de Turín o la Tilma de Nuestra Señora de Guadalupe, la asombrosa evidencia de la autenticidad del Poema parece solamente aumentar con el paso del tiempo. Ha puesto a incontables almas en el camino espiritual de la conversión o la perfección, hacia la salvación. Y ha sido recomendado y aprobado por muchos católicos serios, incluyendo teólogos y obispos. Como dijo Pío XII sobre el poema: “El que tenga oídos para oír, que oiga”.

Kyrie eleison.

La Autoridad del Arzobispo – II

La Autoridad del Arzobispo – II on febrero 22, 2020

DCLV – en teoría, la autoridad del Papa es indispensable para la Iglesia. DCLVI – en teoría, los sacerdotes necesitan absolutamente al Papa para unirlos. DCLVII – en la práctica, la autoridad de Monseñor Lefebvre se vio seriamente perjudicada por no tener al Papa viviente detrás de él. DCLVIII – en la práctica, el Arzobispo ejerció la autoridad que aún tenía al menos de tres maneras diferentes, dependiendo de los sujetos sobre los que la ejerció: aquellos que le pidieron que ejerciera la autoridad sobre ellos en sus términos de él, o aquellos que sólo pidieron una autoridad parcial en sus propios términos, o aquellos que no pidieron ninguna.

Fíjese primero en cómo la clasificación no es hecha por la autoridad, sino por los que están bajo ella. En otras palabras, los súbditos son los que “llevan la voz cantante”. Esta situación anormal en la Iglesia es el resultado directo del Vaticano II, donde la Autoridad Católica se socavó a sí misma radicalmente por su traición a la Verdad Católica, cuando intentó reemplazar la religión objetiva de Dios con un sustituto hecho por el hombre, y cambiar la Iglesia Católica centrada en Dios por la Neo-iglesia centrada en el hombre. Por este Concilio todos los sacerdotes católicos fueron esencialmente desacreditados, como lo siguen siendo hasta hoy, y lo seguirán siendo, hasta que los eclesiásticos vuelvan a decir la Verdad de Dios. Entonces recuperarán su plena autoridad.

Quienes pidieron al Arzobispo que ejerciera su autoridad en sus términos de él fueron, naturalmente, los miembros de las Congregaciones Católicas que él mismo fundó, en particular la de los Sacerdotes seculares, pero también la de los Religiosos y Religiosas y la de los Terciarios. Estas Congregaciones las hizo lo más normales posibles, con grados de obediencia a sí mismo como Superior General, con votos en las ordenaciones para los sacerdotes, y promesas solemnes en la entrada formal de los Sacerdotes, Hermanos o Hermanas en sus correspondientes Congregaciones. Los votos fueron a Dios, y en caso de necesidad han sido a veces disueltos (discretamente) por la autoridad romana, como es normal. Las promesas han dependido más bien de la elección de quienes las hicieron, y aquí la autoridad del Arzobispo fue seriamente socavada, como se dijo en los “Comentarios” de la semana pasada, al ser condenado oficialmente por el Papa y sus cofrades obispos. Si un sacerdote decidía dejar la Fraternidad por el liberalismo de la izquierda o por el sedevacantismo de la derecha, el Arzobispo no podía, como él decía, hacer nada más que cortar todo contacto futuro, para que tales sacerdotes no pudieran pretender que todavía estaban en buenos términos con la Fraternidad. Habían elegido estar por su cuenta.

Aquellos que, en segundo lugar, pidieron al Arzobispo que ejerciera su autoridad en sus propios términos de ellos, por ejemplo, para recibir el sacramento de la Confirmación, él lo hacía gustosamente, en la medida de lo posible dentro de las normas de la Iglesia, debido a la crisis de la Iglesia que hace cuestionable la validez de las Confirmaciones conferidas con el Neo-rito de la Confirmación. Por un lado, decía, los católicos tienen derecho a sacramentos ciertamente válidos, y si por otro lado no querían tener más nada que ver con él, esa era su elección y su responsabilidad ante Dios.

Y en tercer lugar, para aquellos que no le pidieron que ejerciera autoridad sobre ellos de modo alguno, como un gran número de sacerdotes Tradicionales que simpatizaban con su Fraternidad pero que nunca quisieron unirse a ella, él siempre fue generoso con cualquier contacto, amistad, estímulo o consejo que le pudieran haber pedido, pero nunca fingió ni se comportó ni remotamente como si tuviera alguna autoridad sobre ellos. Y lo mismo con los laicos. Muchos católicos nunca estuvieron de acuerdo con la postura que tomó, aparentemente opuesta al Papa, pero fue impecablemente cortés y listo para responder a las preguntas, si tan solo el que preguntaba era remotamente merecedor de una respuesta. Y fue la objetividad y lo razonable de sus respuestas lo que convirtió a muchos neo-eclesiásticos en Tradicionalistas que se pondrían bajo su ministerio o bajo la guía de sus sacerdotes.

En resumen, el Concilio paralizó a la Autoridad de la Iglesia, pero donde había voluntad había un camino, o al menos un camino sustituto, para que las almas buscaran la salvación eterna, lo cual es extremadamente difícil sin los sacerdotes. A través del Arzobispo, especialmente pero no únicamente, Dios garantizó este camino sustituto para las almas, el cual todavía está ahí.

Kyrie eleison.

La Autoridad del Arzobispo – I

La Autoridad del Arzobispo – I on febrero 15, 2020

Ilustremos la relación entre la Verdad Católica y la Autoridad Católica con el ejemplo concreto del Atanasio de los tiempos modernos que Dios nos dio para mostrarnos el camino durante nuestra crisis pre-apocalíptica: Monseñor Lefebvre (1905–1991). Cuando la multitud de los líderes de la Iglesia fueron persuadidos en el Vaticano II de cambiar la naturaleza de la Fe, y unos años más tarde en nombre de la obediencia de abandonar el verdadero rito de la Misa, por la fuerza de su fe el Arzobispo permaneció fiel a la Verdad inmutable de la Iglesia y mostró que ella es el corazón y el alma de su Autoridad divina. Como dice el proverbio español, “La obediencia no es la sierva de la obediencia”.

Ciertamente el Arzobispo creía en la autoridad que posee Iglesia para dar órdenes a sus miembros en todos los niveles para la salvación de sus almas. Por eso, en los primeros años de la existencia de la Fraternidad San Pío X (1970–1974) se preocupó de obedecer al Derecho Canónico y al Papa, Pablo VI, en la medida de sus posibilidades, pero cuando los oficiales enviados desde Roma para inspeccionar su Seminario en Écône se alejaron de la Verdad Católica en las cosas que dijeron a los seminaristas, escribió su famosa Declaración de noviembre de 1974, en protesta contra el abandono de la fe católica por parte de toda Roma en favor de la nueva religión conciliar, y esta Declaración sirvió como una hoja de ruta para lo que surgió como el movimiento Tradicional en la Misa de Lille en el verano de 1976.

El Arzobispo mismo siempre negó resueltamente que él era el líder de la Tradición, porque hasta el día de hoy la Tradición Católica es un movimiento no oficial y no tiene ningún tipo de estructura oficial. Tampoco era el único líder entre los Tradicionalistas, ni todos ellos estaban de acuerdo con él o le rindieron homenaje. Sin embargo, un gran número de católicos vieron en él a su líder, confiaron en él y lo siguieron. ¿Por qué? Porque en él vieron la continuación de la fe católica solo mediante la cual ellos podían salvar sus almas. En otras palabras, el Arzobispo puede no haber tenido autoridad oficial sobre ellos, porque la jurisdicción es prerrogativa de los funcionarios de la Iglesia debidamente elegidos o nombrados, pero construyó hasta su muerte una enorme autoridad moral por su fidelidad a la verdadera Fe. En otras palabras, su verdad creó su autoridad, extraoficial pero real, mientras que la falta de Verdad de los oficiales ha estado minando su Autoridad desde entonces. La dependencia de la autoridad, al menos la Autoridad católica, en la verdad, era tan clara como podía serlo.

Sin embargo, con la Fraternidad San Pío X que el Arzobispo fundó en 1970, las cosas fueron ligeramente diferentes, porque aquí recibió de la Iglesia oficial alguna jurisdicción por parte de Mons. Charrière de la Diócesis de Ginebra, Lausana y Friburgo, una jurisdicción que él apreciaba porque demostraba que no se estaba inventando las cosas sobre la marcha sino que estaba haciendo una obra de la Iglesia. Así que hizo todo lo posible para gobernar la FSSPX como si fuera el jefe normal de una congregación católica normal bajo Roma, lo que la defensa de la verdadera fe le daba todo el derecho a hacer. Sin embargo, los romanos públicos y oficiales usaron toda su jurisdicción para darle la mentira, alejando así de él a una multitud de católicos que de otra manera lo hubieran seguido.

Además, la Neo-Iglesia que estaban creando a su alrededor significaba que, incluso dentro de la Fraternidad, su autoridad estaba seriamente debilitada. Por ejemplo, si antes del Concilio un sacerdote descontento con su obispo diocesano solicitaba entrar en la diócesis de otro, el segundo obispo naturalmente consultaba al primero sobre el solicitante, y si el primero aconsejaba al segundo no tener nada que ver con él, ese era el fin inmediato de la solicitud. Por el contrario, si un sacerdote de la Fraternidad, insatisfecho con ella, solicitaba entrar en una diócesis de Neo-Iglesia, el obispo de la Neo-Iglesia podía muy bien “acogerlo de nuevo en el redil oficial” como fugitivo del “cisma Lefebvrista”. Así que el Arzobispo no fue apoyado por sus hermanos obispos, lo que significaba que no podía disciplinar a sus sacerdotes dentro de la Fraternidad como debería haber podido. Su autoridad caminaba sobre cáscaras de huevo, en la medida en que no tenía a su disposición ninguna sanción con la que mantener a raya a los sacerdotes descarriados. Así, la falta de verdad en la Neo-Iglesia dejó la verdad en la Fraternidad sin la autoridad católica que le correspondía para protegerla.

Por lo tanto, para compensar la falta de unidad en la Verdad que viene de la jerarquía, los sacerdotes Tradicionales de hoy deben ejercer una tolerancia más que normal hacia los demás, y los católicos Tradicionales deben rezar más que de costumbre para que sus sacerdotes encuentren esta tolerancia. No es imposible.

Kyrie eleison.

El Papa Es Indispensable – II

El Papa Es Indispensable – II on febrero 8, 2020

Es a la infidelidad de la Autoridad Católica a la Verdad Católica en el Segundo Concilio Vaticano que estos “Comentarios” de la semana pasada (DCLV, 1 de febrero) atribuyeron la crisis sin precedentes de la Iglesia Católica, que ya tiene más de 50 años. La conclusión lógica fue que la crisis sólo llegará a su fin cuando la Autoridad Católica vuelva a la Verdad, porque la Verdad no cambia, y por lo tanto no puede moverse para volver a unirse al Papa y a los obispos que se supone que la defienden. Además se dijo que el Papa debe restaurar a los obispos, y que sólo Dios Todopoderoso puede restaurar al Papa, y que Dios pondrá al Papa de nuevo en pie sólo “cuando hayamos aprendido la lección”. Porque si Dios nos levantara demasiado pronto del fango, nosotros, los seres humanos malos, nos beneficiaríamos sólo para volver a caer. Dios no puede permitirse ser demasiado generoso con nuestra perversa generación. Entonces, ¿qué lección o lecciones necesitamos que nos enseñen?

Entre otras cosas, que el mundo no puede prescindir de una Iglesia sana, y la Iglesia para estar sana debe tener un Papa sano, y el Papa sano debe ser obedecido. Por ejemplo, cuando el Vaticano II llegó a su fin a finales de 1965, los eclesiásticos estaban en plena apostasía. Sin embargo, Dios le dio a la humanidad otra oportunidad. Delante de Pablo VI estaba la cuestión apremiante de los medios artificiales de control de la natalidad, la anticoncepción para abreviar. Las condiciones de las ciudades modernas convencían a una multitud de obispos, sacerdotes y laicos catolicos de que había que relajar la estricta y antigua condena de la Iglesia, que la ciudad moderna tenía razón y que el inmutable gobierno de la Iglesia, es decir, Dios, estaba equivocado. También Pablo VI quiso hacer más fácil la regla.

Sin embargo, cuando la comisión de expertos que nombró para estudiar la cuestión presentó su informe, él mismo vio que la norma no podía relajarse. Sus últimos argumentos para mantener la norma no tienen la fuerza de los viejos argumentos basados en la ley natural inmutable, pero, sin embargo, Pablo VI defendió la ley esencial en su Encíclica “Humanae Vitae” de 1968. Pero cuando la publicó, todo el infierno se desató rápidamente en la Iglesia. Y en 1969 impuso a toda la Iglesia la misa del Novus Ordo. ¿Es una especulación vana que si los obispos y sacerdotes hubieran obedecido al Papa en lugar de rechazar la ley invariable de Dios, Dios podría haberles ahorrado la Nueva Misa? Tal como fue, desobedeciendo al Papa cuando era fiel a la ley de Dios, todos contribuyeron a la ruptura de la Autoridad en la Iglesia. Todas las apuestas se cancelaron y el caos se apoderó de la Iglesia.

He aquí un ejemplo clásico de que la Verdad necesita de la Autoridad, de que el mundo necesita de la Iglesia y de que la Iglesia necesita del Papa. Especialmente en la gran ciudad de hoy, los hombres casi no pueden ver lo que está mal con la anticoncepción, al contrario, parece ser mero sentido común. Por lo tanto, si no hay una Autoridad divina que prohíba la anticoncepción, nada ni nadie podrá hacer frente a las pasiones humanas que la impulsan. De esta manera el Vaticano II (Gaudium et Spes #48) sugirió que en el acto del matrimonio la recreación viene antes de la procreación, y abrió las compuertas al divorcio, al adulterio, al aborto antes del nacimiento y después del nacimiento, a la eutanasia, a la homosexualidad, al cambio de género, y a horrores aún desconocidos, pero todos implícitos en la ruptura de la subordinación de la recreación a la procreación. La Madre Iglesia siempre supo que destrozar el acto del matrimonio es destrozar sucesivamente el matrimonio, la persona individual, la familia, la sociedad, la nación y el mundo. Este caos es donde estamos hoy. Tal es la necesidad de la Autoridad.

Y la autoridad más importante es la de la Iglesia, para imponer sobre las mentes erradas de los hombres la verdad infalible de Dios, y sobre sus voluntades descarriadas la ley eterna de Dios, para que puedan llegar a Su cielo y evitar su infierno. Y para encarnar esa Autoridad y proyectarla ante los hombres, el Dios Encarnado instituyó Su Única Iglesia Católica como una monarquía cuyo único gobernante es el Papa Romano, quien es el único que tiene la misión y la gracia de gobernar y mantener unidos, en la Verdad Católica, a todos los miembros de la Iglesia. De ello se deduce que cuando él abandona la Verdad, como en el Vaticano II, entonces las ovejas están necesariamente dispersas, porque nadie más que el Papa tiene de Dios la misión o la gracia de unirlas (cf. Lc. XXII, 32).

Kyrie eleison.

El Papa Es Indispensable – I

El Papa Es Indispensable – I on febrero 1, 2020

A medida que pasan los años, uno tras otro, sin que la situación demencial de la Iglesia parezca mejorar, los católicos que siguen la Tradición siguen preguntándose, ¿por qué no pueden al menos nuestros sacerdotes de la Tradición reunirse y dejar de pelearse entre ellos? Todos ellos creen en la misma Tradición de la Iglesia, todos están de acuerdo en que el Concilio Vaticano II fue un desastre para la Iglesia. Todos saben que la lucha entre los sacerdotes es poco edificante y desalentadora para los seguidores de la Tradición. ¿Por qué entonces no pueden olvidar sus diferencias y concentrarse en lo que les une a todos, es decir, en lo que la Iglesia enseña y hace, y siempre ha enseñado y hecho, para salvar las almas? Esta pregunta tiene una respuesta, y para ayudar a los católicos a perseverar en la Fe, puede ser necesario recordársela a intervalos regulares.

Asumiendo siempre que esta crisis de la Iglesia no es nada normal en la historia de la Iglesia, sino que es una parte integral del único descenso que conduce al único fin del mundo, entonces si hay en estos “Comentarios” un par de palabras frecuentemente escogidas para precisar la estructura de esa crisis, es “Verdad” y “Autoridad”. La crisis tuvo sus orígenes mucho más atrás del Vaticano II, notablemente en la “Reforma” desatada por Lutero (1483–1546), pero mientras que hasta el Vaticano II la Iglesia Católica luchó por mantener fuera el veneno protestante, en el Vaticano II la más alta Autoridad Católica, dos Papas y 2.000 obispos, abandonaron la lucha y dejaron entrar el veneno. Esto significa que los textos conciliares se caracterizan por su ambigüedad, porque las apariencias católicas tenían que mantenerse, pero debajo de las apariencias el verdadero impulso de los textos, el “espíritu del Concilio”, va hacia la asimilación del liberalismo y el modernismo que siguieron al protestantismo, y que vaciará cualquier resto de catolicismo tan pronto como se le permita hacerlo.

Esto significa que en el Concilio, la Autoridad Católica esencialmente abandonó la Verdad Católica para adoptar una doctrina más acorde con los tiempos modernos. Y puesto que la Autoridad Católica y la Verdad Católica se habían separado, los católicos, para seguir siendo católicos, tuvieron – y todavía tienen – que hacer una terrible elección: o bien se aferran a las autoridades de la Iglesia desde el Papa hacia abajo y dejan la doctrina católica, o bien se aferran a la doctrina y dejan la Autoridad Católica, o bien eligen uno de los muchos compromisos posibles entre ambos polos. En cualquier caso las ovejas están dispersas, sin tener culpa alguna, cuando se la compara con la culpa de los dos Pastores mayores y los 2,000 pastores minores que fueron responsables de que la Autoridad de la Iglesia traicionara la Verdad de la Iglesia en el Concilio. En esta división entre la Verdad y la Autoridad yace el corazón de la crisis vieja de medio siglo de hoy.

Y puesto que la Verdad es vital para la única religión verdadera del único Dios verdadero, y Su propia Autoridad es esencial para la protección de esa única Verdad de todos los efectos en los hombres del pecado original, entonces la única solución posible para la crisis que pondrá fin a la esquizofrenia y la dispersión de las ovejas es cuando el Pastor y los pastores, el Papa y los obispos, regresen a la Verdad Católica. Esto no está sucediendo todavía en la Iglesia o en la Fraternidad San Pío X, que todavía – según todas las apariencias – se esfuerza por volver a estar bajo la autoridad de los eclesiásticos conciliares. (¿Y Monseñor Lefebvre? “¡Está muerto”, dirán algunos!)

Por lo tanto, hasta que Dios Todopoderoso – nadie más puede hacerlo – ponga de nuevo en pie al Papa, y el Papa a su vez, “una vez convertido, confirme a sus hermanos” (Lc.XXII, 32), es decir, enderece a los obispos del mundo, hasta entonces esta crisis no puede sino empeorar, hasta que hayamos aprendido la lección y Dios tenga misericordia de nosotros. Hasta entonces, como dice el proverbio inglés: “Lo que no se puede curar, hay que soportarlo ”.

Kyrie eleison.

“…En Tentacion…”?

“...En Tentacion...”? on enero 25, 2020

Un lector hace una pregunta clásica sobre el Padre Nuestro, donde dice en latin: “Ne nos inducas in tentationem”, es decir, “No nos conduzcas en la tentación”. Pero la tentación no parece ser un bien. ¿Cómo puede el Dios infinitamente bueno conducirnos en un mal? Sin embargo, si le rogamos que no nos lleve al mal, es lógico que pueda hacerlo. ¿Pero cómo es posible? Porque “No nos conduzcas en la tentación” es la traducción literal del texto original en griego – “μη εισενεγκης ημας εις πειρασμον” – y la Iglesia enseña que el texto original en griego fue inspirado por Dios mismo. ¿Cómo puede Dios mismo declarar que puede llevarnos a la tentación? Hay que establecer cuatro verdades:—

1 En primer lugar, Dios puede querer un mal físico, como por ejemplo una enfermedad para castigar a los seres humanos moralmente malos, pero es absolutamente imposible que Dios quiera un mal moral, porque eso es pecado, y Dios no puede pecar, porque Él es la Bondad Misma, porque Él es el Ser Mismo. Porque si algo existe, entonces tiene que existir una Primera Causa, y esa Primera Causa no puede tener límites finitos establecidos a su Ser por ninguna causa anterior a su Primer Ser, por lo que es un Ser Infinito. Ahora bien, donde hay ser hay bondad, y viceversa, de hecho los dos son intercambiables – el mal es siempre la falta en un ser de algo debido a él, por ejemplo la ceguera no es un mal en una piedra, sino que es un mal en un animal que normalmente tiene vista. Por lo tanto el Ser Infinito es infinitamente bueno, o la Bondad Infinita, incapaz de querer o causar directamente el mal moral. Pocas cosas son más absolutamente seguras que eso.

2 Sin embargo, Dios puede permitir el mal moral porque Él puede sacar y siempre saca de él un bien mayor. Nosotros los seres humanos no podemos de ninguna manera ver siempre en qué consiste ese bien mayor, pero en el Juicio General, a más tardar, todos nosotros veremos claramente la Sabiduría suprema de cada mal moral que Él permitió. He aquí una comparación útil – de la parte inferior de una alfombra tejida sólo puedo adivinar la belleza del patrón en la parte superior de la alfombra. Pero esa belleza existe, y sin ella no estaría yo viendo en la parte inferior, lo que me permite al menos adivinar la belleza de la parte superior que es invisible desde la parte inferior.

3 Objeción: pero Dios está todavía actuando para permitir el mal moral, por ejemplo, la tentación de pecar. Por ejemplo, en varios versículos del Éxodo VII-XIII, la Escritura dice que Dios “endureció el corazón del faraón”, para que pecara contra los israelitas. Solución: no, siempre que Dios permite un mal moral, no comete ningún acto positivo, simplemente se abstiene de conceder la gracia o ayuda con la que el pecador no habría pecado. Pero al elegir permitir que el Faraón pecara, estaba conduciendo positivamente al Faraón a la tentación y al pecado. No, porque la Escritura dice: “Fiel es Dios, y no permitirá que seas tentado más allá de tus fuerzas, sino que con la tentación también proveerá la vía de escape para que puedas resistirla”. (I Cor. X, 13). Por lo tanto, los pecadores bajo la tentación reciben de Dios toda la gracia que necesitan para no pecar, si es que quieren no pecar. Es su propia culpa si, en la tentación, caen.

4 Pero siempre que los pecadores caen en la tentación, Dios prevé que lo harán. ¿Por qué, entonces, los condujo a ella, permitiéndola y absteniéndose de dar la gracia necesaria para que no cayeran en ella? Negativamente, porque sólo es culpa de los pecadores si caen en la tentación. Positivamente, San Ignacio en sus Ejercicios Espirituales (#322) da tres razones positivas por las que Dios puede permitir la desolación espiritual de un alma, y las mismas razones se aplican a la tentación espiritual: Dios puede hacer buen uso de la tentación moral para castigarnos, o para probarnos, o para enseñarnos. Puede castigarnos con la siguiente tentación por el último pecado que cometimos. Entonces, al ponernos a prueba por una tentación, puede hacer posible que ganemos grandes méritos, siempre y cuando resistamos y no caigamos. El Padre Pío dijo: “Si las almas supieran cuánto pueden merecer resistiendo la tentación, pedirían positivamente ser tentados”. Y por último, Dios puede enseñarnos cuán verdaderamente dependientes somos de Su ayuda, mediante una tentación que nos muestra cuán humildes y débiles somos sin Su ayuda.

En conclusión, hay tanto bien para nosotros los pecadores que Dios puede sacar al permitirnos ser tentados, que no somos obligados ni siquiera a pedir no ser tentados, sino que debemos pedir la gracia de no caer cuando estamos siendo tentados. Señor, deja que el fuego me caliente, pero nunca me queme. Deja que la tentación me haga merecer, pero no caer.

Kyrie eleison.