Cistercienses

Película Excepcional

Película Excepcional on febrero 12, 2011

Es fácil ver cómo la película Francesa recientemente estrenada titulada “De Dioses y Hombres,” ganó el mayor premio en el prestigioso Festival de Cine de Cannes en Francia el año pasado. Esta recrea eventos reales de 1996, los últimos meses en la vida de un monasterio Cistercense en la Argelia post-colonial, en donde los últimos ocho monjes fueron finalmente sacados y matados por asesinos desconocidos. La película está bellamente dirigida, actuada y fotografiada. De interés particular para los Católicos familiarizados con la Tradición será la religión de la misma y – desde un punto de vista religioso – la política.

Tal vez lo más notable de todo es el verdadero sentido de religión de la película, dado que se representa la religión Conciliar. Doctrinalmente, existen por ejemplo momentos ecuménicos de excesivo respeto hacia el Corán. Litúrgicamente las palabras y la música entonadas en la sencilla pero noble iglesia del monasterio, compuestas por el hombre moderno, son subjetivas y sentimentales. Sin embargo las escenas que continuamente muestran a los monjes en oración son tan genuinamente religiosas que verdaderamente asombran en nuestra era secularizada. Es cuando uno dice, ¡he aquí la esencia de un monasterio!

¿Qué puede decir uno? En lo que respecta a la dirección y actuación de la película, así como los Británicos modernos pueden representar más convincentemente la era Victoriana por el simple hecho de que el Imperio Británico está suficientemente cerca en su historia para aún correr por sus venas, así los actores Franceses de esta película deben representar maravillosamente a los monjes porque el monacato Católico es una parte extremadamente importante de su herencia. Pero sobre todo, como Nuestro Señor dice (Mateo XV, 18,19), es lo que está en el corazón del hombre lo que importa. Mucho mejor que todo es el Tradicionalismo de corazón, pero esta película nos recuerda a los Tradicionalistas que el Conciliarismo de corazón puede todavía agradar a Dios mejor que la Tradición sin corazón.

La política representada en esta película es de particular interés en vísperas del actual levantamiento Islámico en varios países Árabes. Los monjes en la película, como sin duda sucedió en la vida real, están atrapados políticamente entre la espada y la pared. Por un lado sus vidas no-Islámicas están obviamente amenazadas por los rebeldes Islámicos que matan a cualquiera que se ponga en el camino de su conquista política de Argelia para el Islam. Por otro lado el gobierno Argelino post-colonial desconfía mucho de la ayuda de los monjes y su complicidad con los rebeldes al auxiliar a sus heridos con las obras de misericordia de la Iglesia, e invita a los monjes a dejar el país. Al día de hoy algunas personas piensan que fueron ejecutados por el gobierno Argelino. Dios sabe.

¿Qué puede decir uno? Ciertamente el Católicismo de corazón es mucho mejor que el Islamismo de corazón, que es una secta anti-cristiana, simplista y brutal. Pero si el corazón en el Catolicismo se agota, cómo lo logró el Vaticano II, como para que en la vida real, en cualquier parte del mundo, los monjes y sacerdotes Católicos sean culpables de dar ayuda no solamente médica sino también moral a los revolucionarios anti-católicos – de hecho, como el Arzobispo Lefebvre solía decir, ¡los sacerdotes modernistas se tornan en los peores revolucionarios! – ¿puede uno sorprenderse si cualquiera de los gobiernos establecidos se objeta a los sacerdotes Conciliares que socavan la ley y el orden? El Islam no sigue floreciendo sino porque la Iglesia Católica continúa cayendo.

¡El cuánto depende de aquellas pocas almas que aún perduran en la Tradición Católica!

Kyrie eleison.

Caverna Interior

Caverna Interior on octubre 23, 2010

El visitar Subiaco me hizo recordar dos hexámetros en Latín los cuales sitúan consecutivamente a cuatro fundadores de grandes Órdenes religiosas en la Iglesia. Además de recorrer tres cuartas partes de la historia de la Iglesia, estas líneas también sugieren el porqué muchas almas Católicas hoy en día tienen la impresión que su Fe pende de un hilo.

Estas son las líneas: Bernardus valles, colles Benedictus amabat,

Oppida Franciscus, magnas Ignatius urbes.

En castellano: Bernardo amaba los valles, Benedicto las montañas,

Francisco los pueblos, Ignacio las grandes ciudades.

En orden cronológico (brevemente alterado por las exigencias del hexámetro latín), San Benito (480–547) buscó a Dios en las montañas (Subiaco, Monte Cassino); los Cistercienses impulsados por San Bernardo (1090–1153) bajaron a los valles (notablemente Clairvaux); San Francisco (1181–1226) deambuló en medio de los pequeños pueblos de su época, mientras los Jesuitas de San Ignacio (1491–1556) emprendieron el apostolado moderno de la grande ciudad. Uno podría decir que la ciudad moderna tomó venganza cuando los Jesuitas, junto con los Dominicos, dirigieron el colapso del Vaticano II (p. ej. de Lubac y Rahner, S.J.; Congar y Schillebeeckx, O.P.).

¿Acaso no es la progresión de la montaña a la ciudad una progresión de estar solo con Dios a estar únicamente con el hombre? El industrialismo y el automóvil hacen posible la ciudad moderna con su vida suave, pero al hacerlo generan un entorno diario cada vez más artificial y alejado de la Naturaleza de Dios. Con las comodidades materiales se incrementan las dificultades espirituales. La vida en la gran ciudad se vuelve cada día más inhumana y de hecho el instinto liberal de la muerte podría pronto incitar la Tercera Guerra Mundial, devastando la vida urbana y suburbana como la conocemos hoy en día. Entonces, si por una variedad de razones, un Católico no puede dirigirse a las montañas, ¿cómo se mantiene lejos de las instituciones mentales?

Una respuesta es lógica: debe de vivir con Dios, dentro de sí mismo, en una caverna interior, dejando que el mundo se torne loco alrededor de él. Debe de convertir su propio corazón en una ermita y por lo menos su casa, si es posible, en algo que se le parezca a un santuario, aunque respetando todas las necesidades naturales de la familia. Eso no significa vivir en un propio mundo irreal, sino en el verdadero mundo interno de Dios, contrariamente al mundo fantástico externo del Demonio, que nos presiona en todos los sentidos.

De manera similar, la Nueva Iglesia ha cerrado un sinfín de monasterios y conventos desde el Vaticano II, lo que deja menos posibilidades para un alma que puede pensar que escucha un llamado interior de Dios. ¿Los ha guiado a través de un callejón sin salida o los ha dejado caer? ¿O será que tal vez los llama a llevar una vida religiosa en su interior, convirtiendo su pequeño apartamento en la gran ciudad en una ermita, y su oficina sin Dios en un campo de apostolado a través de la oración, la caridad y el ejemplo? Nuestro mundo está en gran necesidad de almas Católicas que irradien hacia afuera su paz interior y su calma con Dios.

Kyrie eleison.