Juan XXIII

Sonrisa de Cardenal

Sonrisa de Cardenal on junio 19, 2010

Una reciente sonrisa del Cardenal Kasper confirma mi creencia de ya hace tiempo que a pesar del profundo liberalismo de los Papas Conciliares desde Juan XXIII, aún uno no necesita dudar de que realmente fueron Papas. Un número de Católicos serios y creyentes si lo dudan debido a que no pueden entender como los verdaderos Vicarios de Cristo se pueden alejar tanto de la Verdad Católica y de la Iglesia de Cristo como lo han hecho estos Papas. De hecho existe un problema, grave más allá de toda medida.

Estos “sedevacantistas,” como usualmente se les llaman, argumentan que cualquiera que camine como hereje, hable como hereje y, como dicen los Norteamericanos, grazne como hereje, entonces ES un hereje. Pero un hereje se excluye a sí mismo de la Iglesia. Por lo tanto estos Papas se han excluido a sí mismos de la Iglesia y no pudieron haber sido su Cabeza – ¿cómo puede alguien que no es ni siquiera miembro, ser la cabeza?

La verdadera respuesta, creo yo, es que la herejía que automáticamente expulsa de la única Arca de Salvación es tan grave que para cometerla, esa persona debe de saber claramente y querer plenamente lo que está haciendo. Debe de darse cuenta de que está negando la verdad católica que ha sido definida con la propia autoridad de Dios a través de la Iglesia de Dios, en otras palabras que está desafiando a Dios. Sin darse cuenta de esto, llamado “pertinacia” por la Iglesia, él puede estar negando verdades divinas, pero no está aún desafiando a Dios ni lanzándose a sí mismo fuera de la Iglesia.

Ahora, los “sedevacantistas” encuentran ridícula la idea de que los Papas, con una profunda educación en la enseñanza de la Iglesia, no saben lo que hacen cuando pronuncian tales enormidades como lo hace Benedicto XVI, para tomar sólo un ejemplo entre muchos otros, sobre la actual validez del ViejoTestamento. En los tiempos de antes, para hacer que un hereje plenamente se dé cuenta de lo que está haciendo, cuando la Iglesia estaba sana, la Inquisición Papal (o el Santo Oficio) lo convocaría, lo confrontaría autoritariamente con su error y lo instaría a renunciar al mismo. Si se negaba, luego entonces su pertinacia estaba clara para todos y el lobo era arrojado fuera del rebaño. Pero dicha confrontación requiere de autoridad, tanto para convocar al hereje como para declarar su error. ¿Qué sucede entonces si desde el Vaticano II, es la autoridad más alta de la Iglesia la que ya no discierne más la verdad Católica?

Se presenta el cardenal Kasper. En una conferencia de prensa que ofreció el 4 de mayo en Paris (a la que ya nos referimos en el CE 148) se informa que dijo, correctamente, que la Fraternidad de San Pio X incondicionalmente se opone al diálogo de la Iglesia Católica con otras iglesias Cristianas, del que él es responsable. “Me han atacado como hereje,” dijo con una sonrisa.

Bueno, puede sonreír. ¿Por medio de que autoridad, si pudieran indicarme, condena la simple FSSPX el diálogo ecuménico que ha sido el principio y práctica de la Iglesia Universal desde el Vaticano II, que se predica en todas partes por Benedicto XVI y para el cual él es el agente principal del papa? ¡Seguramente que fue solamente la caridad hacia aquellos “Tradicionalistas” retrasados que previno al buen Cardenal de prorrumpir en carcajadas!

Humanamente hablando, la Iglesia está acabada. Pero no divinamente.

Kyrie eleison.

Sinceridad Peligrosa

Sinceridad Peligrosa on agosto 22, 2009

Si Benedicto XVI no es un auténtico destructor de la Iglesia entonces, al igual que sus antecesores Juan XXIII, Paulo VI y Juan Pablo II, por lo menos es responsable de su destrucción. Un excelente análisis de la última Encíclica de Benedicto XVI (disponible en angelqueen.org), realizado por el Padre Peter Scott, suscita nuevamente la crucial problemática: ¿han estado conscientes estos Papas de la destrucción que se está llevando a cabo bajo su responsabilidad? Hablando en términos generales, existen tres respuestas fundamentales.

En primer lugar, liberales y modernistas niegan que exista tal destrucción, por lo que es obvio pensar que los Papas recientes no están conscientes de ser o haber sido, en su tiempo, destructores. A su manera de ver, ellos han sido Papas buenos que no deben de ser culpados, únicamente necesitan ser seguidos por su rebaño. En segundo lugar y por el contrario, los sedevacantistas dicen que estos Papas han sido responsables por la devastación de la Iglesia, que han recibido todos excelente educación, han conocido muy bien la Iglesia pre-Conciliar (siendo todos ellos hombres mayores) y que todos ellos han pronunciado en repetidas ocasiones (en sus años mozos) el intimidante Juramento Anti-Modernista, por lo que no se puede decir que no estuvieron conscientes de la destrucción que han causado. No solamente debemos de culparlos, sino que no podemos por lógica reconocer que hayan podido ser Papas y mucho menos pensar que sea conveniente seguirlos.

En tercer lugar, al igual que el amanecer y el anochecer no son contradictorios o simplemente ilógicos porque mezclan la noche y el día, siendo ambos sucesos reales que ocurren una vez cada 24 horas, así tampoco la postura del Arzobispo Lefebvre y de la Sociedad San Pío X es contradictoria solamente porque es más complicada, cayendo entre las posturas más simples de los liberales y de los sedevacantistas. Por el contrario, esta postura es más real que las otras dos, corresponde mejor a la compleja realidad de estos Papas Católicos liberales. (El Arzobispo Lefebvre solía decir que un Católico liberal es una contradicción ambulante.)

Esta tercera postura contra los liberales sostiene que ciertamente la Iglesia ha sufrido destrucción bajo estos Papas, quienes con su educación, experiencia pre-Conciliar y Juramentos solemnes debieron estar conscientes de ello. Todos deben de ser culpados por faltar a sus responsabilidades fundamentales, aunque el grado exacto de culpa debida solo Dios la sabe.

Sin embargo, contrario a los sedevacantistas, en nuestra extremadamente enferma era moderna, mientras que la ceguera como la de esto Papas es objetivamente reprobable, puede ser subjetivamente más o menos “sincera,” genuina. Por ejemplo, en el seminario Alemán, después de la guerra, el joven José Ratzinger fue expuesto a brillantes e indudablemente carismáticos profesores modernistas quienes debieron enseñarle que la Iglesia Tradicional necesitaba ser, si no destruida, por lo menos cambiada al punto de no ser reconocida, hasta adecuarse al hombre moderno. Y José Ratzinger lo ha creído así desde entonces: la doctrina Tradicional, la Iglesia Tridentina y sus Juramentos solemnes eran buenos, inclusive excelentes para sus tiempos, ¡pero ese tiempo es pasado! ¡Objeción! ¿Acaso no enseño solemnemente Pío X (“Lamentabili” #58) que la Verdad no puede evolucionar? El Cardenal Ratzinger dijo que “Lamentabili” era una excelente enseñanza, ¡pero para el pasado!

De nuevo, solo Dios es juez de la responsabilidad exacta del joven José y de sus maestros de que su mente haya caído en la trampa de la verdad evolutiva, pero lo que es seguro es que una vez que la mente ha caído en esa trampa, solamente con suprema dificultad podrá ser sacada en el entorno actual. Hasta que una señal Divina y/o un Castigo limpien el mundo, los liberales podrán fácilmente vivir en un grave, aunque “sincero,” error.

SSPX, ¡cuídense de esa “sinceridad” que hace que el error se sienta bien! ¡La Verdad ante todo, sin mentiras ni ambigüedades, aún cuando nuestro mundo enfermo caiga encima de ustedes como una tonelada de ladrillos!

Kyrie eleison.