Celibato Indeseado
Celibato Indeseado on enero 16, 2010
La Fiesta de la Sagrada Familia celebrada el domingo pasado puede ser un momento propicio para citar la pregunta de un lector, la cual surgió de lo que se dijo en el “Comentarios Eleison” de hace tres semanas referente a que, en términos generales, un hombre soltero es un “cero a la izquierda” mientras que una mujer soltera es “aún menos, un cero incompleto, una U.” ¿Qué decir entonces de un hombre o una mujer que hubieran deseado casarse pero que, por cualquier razón, no pudieron hacerlo o simplemente no lo hicieron? No todo el que no contrae matrimonio tiene vocación religiosa, comentó el lector.
Comencé por comentarle que la soledad antinatural es demasiado normal hoy en día. La vida moderna, especialmente en las grandes ciudades, no solamente orilla a la gente a que no se den los matrimonios que deben realizarse, sino que también da pie para que muchos matrimonios realizados terminen por separarse. Este es uno de los castigos, entre muchos otros, del liberalismo el cual al glorificar el individualismo engendra una falta de aptitud para vivir en matrimonio. El liberalismo también glorifica la libertad de todas las ataduras, y atadura es exactamente lo que es la unión matrimonial. “De ahí las tasas de nacimiento colapsadas de las naciones Occidentales y el suicidio de la Europa que alguna vez fue Católica. Todo esto es inmensamente triste e inmensamente serio.”
Continué: “Obviamente el llamar a todos los hombres ‘ceros’ es una manera folclórica de decir que en primer lugar, todos somos ante Dios criaturas diminutas yque en segundo lugar, los hombres no son, ni por error, los grandiosos que piensan que son. (Dos proverbios Rusos dicen que un hombre sin una mujer es como un jardín sin una cerca (que lo rodee), o como un hombre que sale de su casa en el mes de enero (en Rusia) ¡sin una gorra de piel!) El decir a continuación que las mujeres son ‘aún menos que cero’ es de igual manera una manera provocativa de decir que primeramente, y contrario a lo que hoy en día aseveran despectivamente los enemigos de Dios acerca de su complementariedad, las mujeres no son como los hombres, y que en segundo lugar, son profundamente más dependientes de los hombres que los hombres de las mujeres – observen el castigo de Eva en el Génesis III, 16: ‘ . . .y estarás bajo el poder de tu marido, y él tendrá domino sobre ti.’ Pero el clasificar varón y mujer como ‘cero’ y ‘aún menos que cero, una U’ no tiene como fin primario el provocar una contienda, sino que al unir al hombre y a la mujer para formar un ocho, se demuestra gráficamente el poder natural de la unión del matrimonio.”
Pero ¡desgraciadamente!, hoy en día muchos sacerdotes conocen a mujeres jóvenes a las que les hubiera encantado casarse, pero que no han podido encontrar un hombre que les parezca adecuado para fungir como esposo. Los hombres jóvenes en general son como estropajos, deslavados por el liberalismo que disuelve sus mentes, aquellas mentes con las cuales Dios quería que guiaran a sus familias. Por otro lado, el liberalismo no deshace tan fácilmente los instintos y emociones que Dios otorga por naturaleza a las mujeres, aunque cuando lo logra, los resultados pueden ser aún más fatales.
En conclusión, me referí a la Octava Estación del Viacrucis, en donde Nuestro Señor consuela a las mujeres de Jerusalén que estaban llorando (Lc. XXIII, 27–31): les advirtió que pronto estaba por caer sobre el Jerusalén deicida un castigo tan grave, que llegarían a envidiar a las mujeres que nunca tuvieron esposo ni familia. En nuestro tiempo, esa no es razón suficiente como para no casarse, pero bien podría ser un consuelo para cualquier persona a la cual la Providencia no le ha otorgado en matrimonio aún cuando lo hubiese deseado, ya que en un futuro no muy lejano, está para caer sobre nosotros . . . . una razón tremenda para disponernos a confiar más que nunca en esa Providencia Divina que jamás nos defrauda . . .
Kyrie eleison.