libre albedrío

ROMANOS, CAPÍTULOS IX – XI

ROMANOS, CAPÍTULOS IX - XI on junio 8, 2024

¿Cómo puede Dios permitir tanta crueldad en Palestina?

Sus razones acabarán por resplandecer de forma prístina.

Los judíos se mencionan a menudo en estos «Comentarios» debido al importante papel que desempeñan en el mundo y en la Iglesia. En la que posiblemente sea la mayor de las catorce epístolas de San Pablo, les dedica tres capítulos enteros, IX, X y XI. Esto se debe a que habían desempeñado un papel tan central en el surgimiento y formación de la Iglesia Católica, que los primeros creyentes se escandalizaron al ver que ellos llevaron a Cristo ante Pilato para que lo crucificara, y desde entonces por su negativa a tener nada que ver con Cristo, una negativa que, con pocas, pero notables excepciones, continúa hasta nuestros días. De hecho, sus acusadores dirán que desde la crucifixión de Cristo, han querido dominar el mundo en favor del Anticristo, y que en nuestro propio tiempo se están acercando más que nunca a su objetivo, una desgracia sin paragón para el mundo entero. Pero los judíos responderán que todas esas acusaciones surgen simplemente del odio a los judíos, o «antisemitismo». 

¿Dónde está la verdad? Los judíos fueron el principal obstáculo en el camino de la misión de San Pablo para plantar la Iglesia Católica donde pudiera para salvar almas para la eternidad. He aquí por qué se les menciona tan a menudo en sus epístolas, y no siempre favorablemente – véase especialmente I Tes. II, 14–16. Pero todas las menciones de San Pablo forman parte de la Sagrada Escritura y, por tanto, como enseña la Iglesia Católica, estas menciones son, ante todo y en primer lugar la palabra de Dios, y sólo en segundo lugar la palabra de su autor humano. De ello se deduce que acusar a San Pablo de «antisemitismo» es acusar a Dios mismo de ser «antisemita». Ahora bien, sea cual sea el significado de esa palabra, el significado es feo. Pero Dios es la Verdad misma (Jn. XIV, 6), y no puede ser feo de ninguna manera. Por lo tanto, todo lo que San Pablo dice sobre los judíos es verdadero y no «antisemita». 

Así que si queremos saber qué pensar de los judíos, y para ello acudimos a las Escrituras para descubrir lo que Dios piensa de ellos, no podemos hacer nada mejor que recurrir a San Pablo, que tuvo una experiencia tan directa de ellos en su apostolado.Volviendo a San Pablo, encontramos su presentación más completa del problema que ellos representan en estos tres capítulos de la epístola a los Romanos. No es que San Pablo hable principalmente con amargura de su experiencia apostólica de ellos, al contrario . . . 

En el conjunto de la epístola, los tres capítulos se intercalan entre la enseñanza dogmática de los capítulos I a VIII y la enseñanza moral de los Capítulos XII a XVI. 

En el cap. IX San Pablo presenta al verdadero Israel, el Israel espiritual, formado por las almas, judías o gentiles, justificadas ante Dios por su fe en Jesucristo. El Israel de la carne, que incluía a pocas almas que no eran judías por raza, era meramente prefigurado. Desde Moisés en adelante, este Israel tuvo durante 1500 años el templo exclusivo, el sacerdocio y el sacrificio del único Dios verdadero, pero el propósito último de Dios era la capacitación de toda la humanidad para el templo, sacerdocio y sacrificio católicos, que vendrían con el Israel espiritual, la Iglesia Católica. 

En el cap. X San Pablo presenta al falso Israel, formado por los judíos que han oído y comprendido el evangelio de Jesucristo, pero lo han rechazado. No les interesa ese Israel espiritual, abierto a toda la humanidad, donde ya no tendrán acceso privilegiado y exclusivo al verdadero culto del único Dios verdadero. Así que oirán el evangelio de Jesucristo, pero lo rechazarán, y en su lugar lo crucificarán. 

El cap. XI, presenta las tres razones de la Providencia de Dios para permitir tal infidelidad de los judíos: en primer lugar es sólo parcial, porque algunos judíos en el curso de los siglos serán los mejores católicos, como Dios quiso que fueran; en segundo lugar, la infidelidad será útil para dar celos a los judíos y hacer humildes a los gentiles; y en tercer lugar, la infidelidad será sólo temporal porque los judíos se convertirán antes del fin del mundo. En última instancia, el judío (o el gentil) que desprecia a Dios no hace más que ejercer el libre albedrío que Dios le ha dado, pero San Pablo, por su parte, termina los tres capítulos con un breve himno a los misteriosos e insondables caminos de Dios. 

Kyrie eleison 

FIN de los TIEMPOS, FIN del MUNDO

FIN de los TIEMPOS, FIN del MUNDO on junio 1, 2024

Por la propia visión de Dios de estos dos Testamentos,

En Romanos leemos cómo Pablo vio los eventos.

Pertenece a la sabiduría de Dios dejarnos a los seres humanos ignorantes de su calendario exacto o programa de los acontecimientos que conducen al fin del mundo, pero en el más inmediato de esos acontecimientos todos nosotros estamos implicados, y no nos está prohibido especular sobre ellos. Al contrario, para salvar mi alma puede ser prudente pensar en lo que Dios Todopoderoso tiene en mente, a fin de evitar ciertos errores importantes.

Por ejemplo, Dios puede guiarnos a los seres humanos para que hagamos lo que Él quiere, pero nunca nos quitará nuestra libre albedrío para que lo hagamos, y por eso es imposible una Edad de Oro de mil años de aquí al fin del mundo. Él tendría que estar constantemente anulando las elecciones de los hombres. Lutero (1483–1546) sabía que estaba destruyendo la Cristiandad. Le tomó 450 años hasta el Vaticano II, por así decirlo (1517–1965), pero al final de ese tiempo los hombres se habían corrompido cada vez más. Ahora puede haber una corta Edad de Oro como el triunfo del Corazón Inmaculado de Nuestra Señora, pero no puede durar mucho. En La Salette en 1846, Nuestra Señora dijo que sólo 25 años de buenas cosechas verán volver el pecado, es decir, el fin de la Edad de Oro y el comienzo del descenso al Anticristo. El milenarismo, una supuesta Edad de Oro de mil años antes del fin del mundo, es un error condenado por la Iglesia.

Otro error importante que debe evitarse es que la Iglesia llegará a su fin en la tierra en un resplandor de gloria humana. Una sola cita de Nuestro Señor pone fin a esa ilusión – Lc. XVIII, 8: «Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?” En otras palabras, al final del mundo la Iglesia casi habrá desaparecido de la vista, presumiblemente como resultado de su persecución por el Anticristo, la persecución más feroz de toda su historia. Ese mundo que tiene al diablo por soberano (Jn. XIV, 29) verá en esa persecución una tremenda derrota para la Iglesia, pero Dios verá en ella las últimas gotas de santidad que le serán en forma de algunos de los más grandes mártires y santos de toda su historia, en otras palabras una de sus mayores victorias. No es de extrañar que el final de la Iglesia se parezca a la cruz de Nuestro Señor, porche la victoria universal de la Iglesia sigue inmediatamente en la forma del Juicio General, o universal.

Otro error que hay que evitar con toda seguridad es confundir el fin de los «tiempos» (véase Lc. XXI, 24) con el fin del mundo. En términos del comentario del venerable Holzhauser sobre los capítulos 2 y 3 del Apocalipsis, donde divide la historia de la Iglesia en siete Edades, el «fin de los tiempos», o fin de los tiempos para que los gentiles entren en la Iglesia de Dios, con el fin de reemplazar a toda la antigua raza elegida que decidió ya no ser pueblo de Dios (Mt. XXVII, 25), llega al final de la quinta Edad. Por el contrario, el fin del mundo llega al final de la séptima Edad. En efecto, la antigua raza elegida se convertirá de nuevo a Nuestro Señor, su propio Mesías, al fin del mundo (Rom. XI, 26), pero hasta entonces los judíos conversos seguirán siendo la excepción en lugar de la regla, en otras palabras, serán demasiado pocos para el propósito de Dios de poblar su cielo. De ahí todo el plan de salvación de Dios mediante los dos Testamentos – véase Romanos, capítulos IX, X, XI.

He aquí por qué el Nuevo Testamento tuvo que reemplazar al Antiguo; por qué la raza elegida en razón de la raza tuvo que dar lugar a la raza elegida en razón de la fe y dotada de dones sobrenaturales; es por eso qué los judíos tuvieron que ceder el paso a los gentiles, y por eso es qué les han hecho la guerra desde entonces (I Tesalonicenses II, 14–16), especialmente a los palestinos. Pero los católicos nunca debemos olvidar lo mucho que debemos a los héroes de Dios de antaño, del Antiguo Testamento. Sin ellos no habríamos tenido la encarnación de Jesús.

Kyrie eleison

Liberalismo – Blasfemia

Liberalismo – Blasfemia on enero 26, 2013

El liberalismo, ¿será tan horrendo como se dice? Tal o cual persona está acusada de ser un “liberal,” y sin embargo muchos de los que se ven acusados de serlo, niegan rotundamente que la etiqueta pueda ser aplicada a ellos. ¿Quién tiene la razón? ¿Los acusadores o el acusado? Siendo el “liberalismo” una palabra que designa el error de los tiempos modernos que engloba todo, y que es responsable de arrastrar innumerables almas a las llamas del Infierno, merece ciertamente una atención suplementaria.

En realidad, la libertad designa lo de que yo estoy libre (de tal o cual impedimento; por ejemplo estoy libre de una cadena que me impediría caminar), o bien ella designa lo que yo estoy libre para hacer (eligiendo tal o cual meta, por ejemplo caminar hasta el pueblo o hasta el precipicio). De estos dos aspectos de la libertad, la libertad negativa de impedimento (por ejemplo, libre de una cadena que me impide caminar) viene, a la vez, antes de la meta positiva en cuanto al tiempo (caminar hasta el precipicio), pero después, en cuanto a la importancia (o a la gravedad). Pues estar libre de impedimento (sin cadena) viene antes en cuanto al tiempo dado que si estoy impedido de caminar (por la cadena) para alcanzar un objetivo (el pueblo o el precipicio), tal objetivo es evidentemente imposible de alcanzar. Por otro lado, en cuanto a la importancia (o a la gravedad), la libertad de impedimento (sin cadena) viene después de la libertad de elección porque el valor de una voluntad no impedida dependerá del valor de la meta (pueblo o precipicio) elegida, y por la cual habré utilizado esta libertad-de, que en si es solo negativa. Así, el tener un cuchillo me libera de encontrarme desarmado: si yo utilizo el estar armado para cortar la comida para comer, esta libertad es buena; in cambio si yo utilizo el estar armado para cortar en pedazos a mi abuela, esta libertad se hace mortífera.

Ahora bien, lo que hace el liberalismo es darle a la libertad de impedimento (sin cadena), un –o el- valor supremo en sí misma (a esa libertad), independientemente de la libertad para elegir, sea para la buena meta (pueblo) sea para la mala (precipicio). Así, los liberales independizan la libertad de impedimento (sin cadena) de la meta buena o mala, del bien y del mal. Pero la diferencia entre el bien y el mal es una parte esencial de la creación de Dios, prevista desde la fruta prohibida del Paraíso Terrenal hasta el fin del mundo, para que el hombre haga su elección entre el Cielo y el Infierno. Y, a causa de ello, anteponer la libertad de impedimento a la ley de Dios es anteponer el hombre a Dios.

Dado que el liberalismo implica así la negación implícita de la ley moral de Dios, del bien y del mal, el liberalismo hace implícitamente la guerra a Dios, colocando al “derecho” humano para elegir, antes del derecho divino a dar mandamientos. Ahora bien, tal como lo decía el Arzobispo Lefebvre, existen 36 variedades diferentes de liberales, y entre ellas sin duda no todas pretenden hacerle la guerra a Dios. Pero la guerra a Dios sigue siendo la conclusión lógica de los liberales que dan el valor supremo a la libertad, y es la razón por la cual para muchos de ellos, todo está permitido. Habiendo degradado y destronado a Dios y a sus reglas, entonces la adoración de la libertad viene a ser para los liberales su religión de sustitución, una religión sin reglas, a no ser su propia voluntad.

Mas aún, siendo una religión de sustitución, debe desembarazarse de la verdadera religión que le bloquea el camino, de tal manera que los liberales se vuelven naturalmente “cruzados” en contra de la orden de Dios en todos los rincones de su creación: matrimonio libre de género, familia libre de hijos, Estados libres de autoridades, vidas libres de moral, y así sucesivamente. Tal guerra contra la realidad de Dios es una locura total y, sin embargo, los liberales, aparentemente tan buenos para los hombres que están “liberando,” pueden ser de hecho tremendamente crueles contra cualesquiera sea un obstáculo en medio del camino de su cruzada. Está en la lógica de su religión de sustitución que ellos no se sienten obligados a observar ningún miramiento en pisotear a los anti-liberales, porque estos no merecen ninguna piedad.

Durante 20 siglos, la Iglesia Católica ha condenado tamaña locura. Sin embargo, aprovechando el Vaticano II, la Iglesia oficial le ha abierto la puerta, declarando por ejemplo (“Dignitatis Humanæ”) que cada Estado debe proteger la “libertad-de” una coacción civil religiosa de sus ciudadanos en lugar de su “libertad-para” practicar la verdadera religión. Y ahora, los dirigentes de cierta Fraternidad católica quieren ponerla bajo la autoridad de los Romanos del Vaticano II. Para la verdadera religión, tal acción es, como el Arzobispo Lefebvre la llamó, la “Operación Suicidio.” Es normal, en este sentido que el liberalismo es intrínsecamente suicida.

Kyrie eleison.

Profundo Problema

Profundo Problema on noviembre 17, 2012

Muchos católicos no conciben la completa profundidad del problema ocasionado por la Revolución Conciliar del Vaticano II (1962–1965) en la Iglesia católica. Si conocieran más sobre la historia de la Iglesia estarían menos tentados sea por el liberalismo para pensar que el Concilio no fue tan malo después de todo, sea por el “sedevacantismo” para pensar que las autoridades de la Iglesia ya no son sus autoridades. Nuestro Señor, ¿cuestionó la autoridad religiosa de Caifás o la autoridad civil de Poncio Pilato?

El problema es profundo porque sus raíces están enterradas bajo siglos y siglos de historia de la Iglesia. Cuando en los albores del 1400 San Vicente Ferrer (1357–1419) predicaba en toda Europa que el fin del mundo estaba próximo, hoy en día sabemos que estaba fuera de tono por más de 600 años. Sin embargo, Dios confirmó su predicación otorgándole la realización de miles de milagros y de miles sobre de miles de conversiones. ¿Estaba Dios confirmando la mentira? ¡Ni pensarlo! La verdad es que el Santo estaba correctamente discerniendo, implícito en la decadencia del final de la Edad Media, la explícita y casi total corrupción de nuestros propios tiempos como ensayo general de la corrupción total al fin del mundo.

Simplemente ha llevado su tiempo, el tiempo propio de Dios, varios siglos, para que esa corrupción implícita devenga explícita, porque Dios ha elegido, a intervalos regulares, suscitar Santos para detener el desliz en el tobogán, especialmente la cosecha de Santos famosos que lideraron la Contra-Reforma en el siglo 16. Sin embargo, El no quitaría el libre albedrío a los hombres, de manera que si ellos elegían no permanecer a la altura de la Edad Media, El no los forzaría a hacerlo. En su lugar, El permitiría a su Iglesia, al menos en cierta medida, adaptarse a los tiempos, porque Ella existe para salvar almas presentes y no glorias pasadas.

Dos ejemplos pueden ser la teología Molinista que Lutero y Calvino hicieron casi necesaria para garantizar la protección del libre albedrío, y el Concordato de 1801 que el Estado Revolucionario hizo necesario para permitir que la Iglesia en Francia funcionara, siquiera un poco, en público. Ahora bien, ambos el Molinismo y el Concordato eran compromisos con el mundo de sus tiempos, pero ambos permitieron que muchas almas se salvaran. Al mismo tiempo la Iglesia no permitió el socavado de los principios que permanecieron sagrados, de Dios como Acto Puro y de Cristo como Rey de la Sociedad, respectivamente. Sin embargo, ambos compromisos dieron lugar a una cierta humanización de la Iglesia divina y ambos contribuyeron a una secularización gradual del Cristianismo. Los compromisos sí tienen consecuencias.

Así, si un lento proceso de humanización y secularización fuera a ir muy lejos en ese mundo del cual él sólo hombres y mujeres son llamados por Dios para servir en su Iglesia, ellos casi no podrían ingresar a Su servicio sin una fuerte dosis de liberalismo radio-activo en sus huesos, requiriendo así un antídoto vigoroso en su formación religiosa. Naturalmente, ellos compartirían la convicción instintiva de casi todos sus contemporáneos de que los principios revolucionarios e ideales del mundo del cual provinieron, eran normales, mientras que su formación religiosa opuesta a ese mundo podía parecer piadosa pero en el fondo anormal. Tales religiosos y religiosas acabarían por ser un desastre a la espera de suceder.

Ese desastre golpeó a mediados del siglo 20. La gran mayoría de los 2000 obispos Católicos del mundo, se regocijó en lugar de sublevarse cuando Juan XXIII dejó en claro que estaba abandonando la Iglesia anti-moderna. Así es que nadie que quiera salvar su alma debe seguirlos a ellos o a sus sucesores, pero, por otro lado, estos últimos están tan convencidos que son normales en relación a los tiempos modernos que ellos no son tan culpables por destruir la Iglesia de Dios como lo hubieran sido en tiempos previos. Benditas sean las almas católicas que pueden aborrecer los errores de ellos sin dejar de honrar sus cargos.

Kyrie eleison.

El Libre Albedrio Valorado

El Libre Albedrio Valorado on agosto 11, 2012

En lo que se refiere al drama de las almas que caen al Infierno (y muchas eligen hacerlo: Mt.VII,13; XXII,14), un lector presenta un problema clásico que puede ser resumido brevemente como sigue. O bien Dios quiere que las almas sean condenadas o no lo quiere. Si lo quiere, realmente es cruel. Si no lo quiere y sin embargo ocurre, entonces no es todopoderoso. Entonces ¿es cruel o no es todopoderoso? ¿Cuál de las dos cosas?

Digamos inmediatamente que Dios no manda ningún alma al Infierno. Cada una de las numerosas almas condenadas se lanza ella misma al Infierno por una serie de elecciones que ella ha hecho libremente mientras vivía en la tierra. Dios le había dado la vida, el tiempo y el libre albedrío, así como un gran número de ayudas naturales y gracias sobrenaturales para convencerla a elegir el Cielo, pero si ella las rehusó, Dios entonces la dejó tener lo que quiso, a saber una eternidad sin El. Y esta pérdida de Dios para un alma hecha por Dios solamente para poseer a Dios, es de lejos su sufrimiento más cruel en el Infierno. Así, Dios deseó que el alma hubiera elegido el Cielo (como se ve en I Tim.II, 4), pero El quiso permitir el mal de su elección por el Infierno con el propósito de sacar de este mal un bien mayor.

Observen el uso empleado aquí de las dos palabras “desear” y “querer.” “Querer” algo es mas categórico que solamente “desearlo.” Así, un padre de familia bien puede no desear que su hijo sufra duras experiencias en la vida, pero en vista de todas las circunstancias, él puede querer dejarlo sufrir porque sabe que es la única manera por la cual su hijo aprenderá. De un modo similar en la parábola del Hijo Pródigo, el padre no deseaba dejar a su hijo mas joven salir de la casa y dilapidar su herencia, pero quiso dejarlo hacerlo porque es lo que el padre de hecho hizo, y un bien realmente salió de ello – la vuelta a la casa del hijo ahora arrepentido, un joven mas triste pero mas sabio.

De la misma manera Dios desea que por un lado todas las almas se salven porque por eso las creó y por eso murió para todas en la Cruz, donde una gran parte de su sufrimiento fue precisamente el saber que tantas almas no elegirían aprovechar de su Redención para ser salvadas. ¡Un tal Dios no puede ser de ninguna manera considerado o llamado cruel! Por otro lado, Dios no quiere que todas las almas se salven, si ellas mismas no lo quieren, porque si lo quisiera, todas serían salvadas, porque El es todopoderoso u omnipotente. Pero, dadas todas las circunstancias, esto significaría en realidad despreciar la libre elección de aquellos que, dejados a sí mismos, elegirían no ser salvados, y eso significaría pisotear su libre albedrío. Pero vemos cuan apasionadamente los hombres ellos mismos valoran su libre albedrío cuando observamos como les disgusta recibir órdenes o cuanto les gusta ser independientes. Ellos saben que su libre albedrío es la prueba de que ellos no son simplemente animales o robots. Asimismo Dios, El también, prefiere que su Cielo sea poblado de hombres y no de animales o robots, y por eso El no quiere que todos los hombres sean salvos, si no lo quieren ellos mismos.

Sin embargo, Dios no quiere que las almas sean condenadas porque, otra vez, sería crueldad de su parte. El sólo quiere permitir que ellas se condenen, en vista de las circunstancias que estas almas tendrán así la eternidad de su propia elección, mientras que El tendrá un Cielo de seres humanos y no de animales o de robots.

Así su deseo de salvar todas las almas significa que El no es de ninguna manera cruel, mientras que la condenación de numerosas almas no prueba de su parte una falta de omnipotencia, sino una elección de valorar el libre albedrío de sus criaturas y el placer infinito que El tiene al recompensar con el Cielo, almas que han elegido amarle sobre la tierra.

Madre de Dios, ¡ahora y en la hora de mi muerte ayúdame a amar a tu Hijo y a elegir el Cielo!

Kyrie eleison.

Mas Alegre

Mas Alegre on enero 28, 2012

Su Excelencia, ¡Por favor díganos algo más alegre!

Dios existe. El es todopoderoso, omnisciente, perfectamente justo, aunque su misericordia tambien es sin límite. El controla perfectamente todo lo que sucede en el mundo. Ni el Diablo ni sus servidores humanos, incluyendo a los criminales que hoy en día conducen el mundo, pueden levantar el dedo meñique sin su permiso. El conoce cada detalle de sus planes diabólicos y El utiliza a cada uno de ellos para cumplir con su propio designio Providencial.

Pero ¿Cómo puede entonces El permitir tanto mal en nuestro mundo?

Porque si bien El nunca quiere el mal, El quiere permitirlo de manera que un bien mayor se saque de ese mal. Numerosas profecías indican que de la corrupción global de hoy día, saldrá mañana el triunfo mas grande jamás alcanzado por la Iglesia Católica, como lo ha dicho Nuestra Señora de Fátima: “Al final mi Corazón Inmaculado triunfará.” Lo que está sucediendo en este momento preciso es que Nuestro Señor está utilizando a sus enemigos para purificar su Iglesia.

Pero ¿No podía haber encontrado una manera menos desagradable de purificar su Iglesia que la de hacernos atravesar por la increíble corrupción de hoy día?

Si ello dependiera únicamente de El, sin ninguna duda hubiera podido encontrar otras maneras de purificar su Iglesia, pero si usted y yo supiéramos todo lo que El sabe – pensamiento tonto – y si, sobre todo, usted y yo quisiéramos, como El lo hace, respetar la libre elección que El da a todos los seres humanos, entonces es muy verosímil que usted y yo viéramos que la manera que El elige de hacer las cosas es la mejor.

Y, por favor ¿que tiene que ver la libre elección del hombre con esta cuestión?

Dios no quiere robots o simplemente animales irracionales para compartir con El su beatitud. Ahora bien, aún El no puede dar a sus criaturas una felicidad merecida que ellas no hubieran hecho nada por merecer, puesto que eso es contradictorio y si bien tiene poder sobre todo lo que es, sin embargo no tiene poder sobre lo que no es, como es el caso de las cosas contradictorias. Pero si sus criaturas deben, al menos en parte, merecer su felicidad, entonces El debe darles libre elección, la cual si es verdaderamente real, debe ser capaz de elegir lo opuesto de lo que Dios quiere para esa criatura, y si ella es realmente capaz de elegir el mal, entonces eso es lo que sucederá, más o menos a menudo.

Pero usted dice que la verdadera Iglesia sigue a Nuestro Señor cuando ella enseña hasta que punto el camino que lleva al Cielo es estrecho y pocos los que lo encuentran (Mt.VII,14). ¿Cómo puede valer la pena para Dios el haber creado, hoy día mismo por ejemplo, una masa de seres humanos si solamente un número relativamente reducido alcanza el Cielo?¿Cómo es posible que un número tan grande cayendo en los horrores del Infierno no sea un precio demasiado elevado que paga Dios por el pequeño número de los que llegan al Cielo?

Porque Dios obra según la calidad, y no según la cantidad. Que sólo diez hombres justos hubieran podido salvar a toda la ciudad de Sodoma (Gen.XVIII,32) prueba cuán preciada es a Dios una sola alma que responde a su amor, mucho mas que un gran número que por su propia libre elección rechazan su amor. “Yo hubiera sufrido toda la Pasión solo por ti” dijo una vez Nuestro Señor a un alma. El diría lo mismo a toda alma.

¿Quiere usted decir que si, aún cuando el mundo me hace sufrir y me atormenta, simplemente me adhiero tanto mas estrechamente a Dios, entonces El tiene eso en cuenta a mi favor y para los que me rodean? ¡Yo casi quisiera que el mundo fuera aún peor!

¡Ahora usted comienza a comprender!

Kyrie eleison.