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El Ecumenismo de Benedicto – II

El Ecumenismo de Benedicto – II posted in Comentarios Eleison on abril 7, 2012

Como en cualquier controversia provocada por las terribles ambigüedades del Vaticano II, probar o tratar de refutar lo que el Dr. Wolfgang Schüler expone en su libro “Benedicto XVI y cómo la Iglesia se ve a sí misma” podría llevar largo tiempo y eruditos artículos. Sin embargo, su línea principal de argumentación es suficientemente clara y bien vale la pena presentarla a los lectores de los “Comentarios Eleison” para ayudarles a ver claramente en medio de tanta confusión. En este sentido, las comparaciones, si bien tienen sus limites, sí que pueden ayudar.

Un todo puede estar compuesto de partes según dos maneras diferentes: como un árbol viviente o como una pila de monedas. O bien el todo es primario y las partes son secundarias como en el caso de un árbol, o bien las partes son primarias y el todo es secundario como en el caso de una pila de monedas. El árbol como un todo es primario porque sus partes como las ramas pueden ser cortadas, pero el árbol continúa viviendo su vida como árbol y origina nuevas ramas mientras que las ramas cortadas pierden su vida y se transforman en algo totalmente diferente como un leño o una silla. Al contrario, cada moneda separada de su pila de monedas permanece exactamente tal como era en la pila y solamente si suficientes monedas son separadas de la pila, es entonces la pila que desaparece.

Ahora bien, tomada como un todo, la Iglesia Católica ¿es mas como el árbol o como la pila de monedas? La Iglesia Católica es esa sociedad especial de seres humanos que están unidos en esa sociedad por tres cosas: la Fe, los sacramentos y la jerarquía. A las tres es Dios mismo quien les da la vida. La Fe es una virtud sobrenatural de la mente que sólo Dios puede dar. Los sacramentos usan elementos materiales como el agua y el aceite, pero lo que los hace sacramentos es la gracia sobrenatural que ellos llevan y que solamente proviene de Dios. Del mismo modo, la jerarquía está compuesta de seres humanos naturales, pero si ellos no están movidos por Dios nunca podrán por ellos mismos guiar exitosamente las almas hacia el Cielo.

De allí que la Iglesia Católica sea mas como un árbol viviente que como una pila de monedas aunque sean de oro. Porque, así como todo organismo vivo tiene en sí mismo un principio de vida que le da su existencia y su unidad, así la Iglesia Católica tiene en sí misma primariamente a Dios mismo y secundariamente a su jerarquía, que le dan su existencia y unidad. Cuando lo que era una parte de la Iglesia se separa de la jerarquía por un cisma o de la Fe por una herejía, deja de ser Católica y pasa a ser otra cosa, tal como los Ortodoxos cismáticos o los Protestantes heréticos. Si bien es cierto que los creyentes Ortodoxos pueden haber conservado sacramentos válidos, sin embargo, ya que no están más unidos al Vicario de Cristo en Roma, nadie en sus cabales puede llamarlos Católicos.

Pero ahora llega el Vaticano II. Y cambia la concepción de la Iglesia tal como era, a saber la de un árbol viviente o de una viña (Sáegún propia comparación de Nuestro Señor: Jn. XV, 1–6) a la de una pila de monedas de oro. A causa de su deseo de abrir la Iglesia al mundo moderno, los hombres de Iglesia Conciliares empezaron por esfumar las fronteras de la Iglesia (L.G.8). Eso les permitió pretender que existen elementos de la Iglesia di Cristo más allá de los límites visibles de la Iglesia Católica (U.R.3), como las monedas de oro separadas de su pila. Y dado que una moneda de oro permanece una moneda de oro, entonces ellos podían pretender a renglón seguido (U.R.3) que lo que eran elementos de salvación dentro de la Iglesia permanecen como tales también afuera de la Iglesia. De allí innumerables almas sacan la conclusión natural de que yo ya no necesito mas ser un Católico para llegar al Cielo. Esto es el desastre del ecumenismo Conciliar.

Debemos ahora analizar más detalladamente estos textos del Vaticano II antes de considerar los esfuerzos del Papa Benedicto para integrar el ecumenismo que divide a la Iglesia con la doctrina Católica que la unifica.

Kyrie eleison.

Peligro Eterno

Peligro Eterno posted in Comentarios Eleison on septiembre 17, 2011

“¿Porqué nosotros seres humanos estamos aquí en la tierra?” me preguntó hace poco un viejo amigo. Por supuesto contesté “Para alabar, amar y servir a Dios, y mediante ello salvar . . .” El me interrumpió –”No, esa no es la respuesta que deseo,” dijo. “Lo que quiero decir es que antes de venir a la existencia, yo no era, y yo no corría ningún peligro. Ahora que existo estoy seriamente expuesto al peligro de perder mi alma. ¿Por qué me fue dada, sin mi consentimiento, esta existencia peligrosa la cual, una vez dada, ya no puedo rechazar?”

Expresada de esta manera, la pregunta es seria porque echa una duda sobre la bondad de Dios. Ciertamente es Dios quien da la vida a cada uno y de ese modo nos coloca frente a la elección de la cual no nos podemos librar, entre el escarpado y estrecho camino al Cielo y la ancha y fácil ruta al Infierno (Mt.VII, 13–14). Ciertamente los enemigos de la salvación de nuestras almas, el mundo y la carne y el Diablo, son peligrosos porque el triste hecho es que la mayoría de las almas caen al Infierno al final de sus vidas en la tierra (Mt. XX, 16). ¿Entonces como puede ser justo para mi encontrarme en tal peligro sin ninguna elección de parte mía?

La respuesta es ciertamente que si el peligro no fuere de ninguna manera por mi propia culpa, entonces verdaderamente la vida podría ser un regalo envenenado. Pero si, a menudo, el peligro es en buena medida por mi propia culpa, y si el mismísimo libre albedrío que cuando mal usado me puede hacer caer en el Infierno, también cuando bien usado me puede llevar a una eternidad de felicidad inimaginable, entonces no sólo la vida no es un regalo envenenado, sino que es la magnífica oferta de una gloriosa recompensa fuera de toda proporción en comparación con el esfuerzo relativamente liviano que me habrá costado en la tierra el haber evitado el peligro haciendo buen uso de mi libre albedrío (Is.LXIV,4).

Pero el interrogador podría objetar que no es culpable por la existencia de ninguno de estos tres enemigos de su salvación:— “El mundo que nos incita a la mundanalidad y a la concupiscencia de los ojos nos rodea totalmente de la cuna a la tumba, y sólo se puede escapar de él a la muerte. La debilidad de la carneva con el pecado original y se remonta a Adán y Eva ¡Ahí no estaba yo entonces! ¡El Diablo también existía mucho antes de que yo naciera, y está desenfrenado en estos tiempos modernos!”

A lo cual uno puede responder que los tres enemigos están totalmente ligados a nuestra propia culpa. En cuanto al mundo, tenemos que estar en él, pero no tenemos que ser deel mundo (Jn.XVII,14–16). Depende de nosotros amar las cosas de este mundo o preferir antes que a ellas las cosas del Cielo ¡Cuántas oraciones en el Misal piden por la gracia de preferir las cosas del Cielo! En cuanto a la carne, cuanto más huyamos de su concupiscencia dentro nuestro, más desaparece su aguijón, pero ¿quién de nosotros puede decir que por ninguno de sus propios pecados personales no ha reforzado la concupiscencia y el peligro en lugar de disminuirlos? Y en cuanto al Diablo, su poder para tentar está estrictamente controlado por Dios Todopoderoso y las propias Escrituras de Dios nos garantizan que Dios nos da la gracia necesaria para vencer las tentaciones que permite (I Cor.X,13). En breve, lo que San Agustín dice del Diablo aplica también al mundo y a la carne –son como un perro encadenado que puede ladrar pero no morder a menos que uno elija acercarse demasiado.

Así es que hay verdaderamente un grado ineludible de peligro espiritual en la vida humana, pero depende de nosotros, con la gracia de Dios, controlar ese peligro, y la recompensa que tiene Dios preparada para los que le aman está más alla de lo que este mundo pueda imaginar (I Cor.II,9).

Kyrie eleison.

Dos Arrepentimientos

Dos Arrepentimientos posted in Comentarios Eleison on mayo 21, 2011

Un lector de “Comentarios Eleison” me preguntó hace varios meses que es lo que hace la diferencia entre el arrepentimiento de Judas Iscariote arrojando al suelo sus 30 monedas de plata a los pies de las autoridades del Templo (Mateo XXVII,3) y el de Pedro que lloró amargamente cuando cantó el gallo (Mateo XXVI,75). Algunos párrafos del Poema del Hombre-Dios de María Valtorta (1897–1961) responden muy bien a su pregunta. Nuestro Señor (si de hecho es el – “En cosas inciertas, libertad”) comenta aquí acerca de la visión que acaba de regalarle de las últimas horas de Judas Iscariote. El texto Italiano está ligeramente adaptado:—

“Si, la visión es horrenda, pero no inútil. Demasiadas personas piensan que lo que hizo Judas no fue tan grave. Algunos inclusive van más allá y dicen que fue meritorio, porque sin él la Redención no hubiese sucedido y así es que encontró justificación delante de Dios. En verdad te digo que si el Infierno no hubiera existido ya perfectamente equipado con tormentos, habría sido creado aún más eternamente horrendo para Judas, porque entre los pecadores condenados, él es el más condenado de todos, y su condenación no será aliviada nunca en toda la eternidad.”

“Es cierto que mostró remordimiento por su traición, y eso pudo haberlo salvado si hubiese tornado su remordimiento en arrepentimiento. Pero él no quería arrepentirse, y así es que en adición a su primer crimen de traición, sobre el cual – debido a mi debilidad amorosa – yo habría podido tener misericordia, siguió blasfemando y resistiéndose a todo impulso de gracia que le suplicaba a travésde cada trazo y memoria de mí en su última huida desesperada por aquí y por allá en Jerusalén, lo que incluyeel encuentro con mi Madre y sus palabras tan dulces. Se resistió a todo. El quería resistirse. Así como quería traicionarme. Así como quería maldecirme. Así como quería matarse a sí mismo. Lo que quiere un hombre es lo que cuenta. Para bien o para mal.”

“Cuando alguien cae sin realmente quererlo, yo lo perdono. Por ejemplo Pedro. El me negó. ¿Por qué? Él mismo no sabía por qué lo hizo. ¿Acaso era un cobarde? No. Mi Pedro no era un cobarde. En el Jardín de Getsemaní desafío a todo el grupo de guardias del Templo para cortar la oreja de Malco en mi defensa, poniendo en riesgo su vida por hacerlo. Luego huyó. Sin tener la voluntad de hacerlo. Después me negó tres veces pero, lo repito, sin tener la voluntad de hacerlo. Por el resto de su vida logró quedarse en el camino manchado de sangre de la Cruz, mi camino, hasta que murió el mismo en la cruz. Siguió siendo mi muy buen testigo hasta que fue matado por su inquebrantable fe. Yo defiendo a mi Pedro. Sus huidas y sus negaciones fueron los últimos momentos de su debilidad humana. Pero la voluntad de su naturaleza superior no estaba detrás de esas acciones. Sobrecargada por su debilidad humana, esta se adormeció. Tan pronto despertó, no quería permanecer en pecado, quería ser perfecta. Inmediatamente lo perdoné. La voluntad de Judas estaba dirigida hacia la dirección opuesta . . .”

Al final del Poema del Hombre-Dios Nuestro Señor (si es que es Él – Yo pienso que si lo es) dicta a María Valtorta las siete razones por las cuales concedió esta larga serie de visiones de su vida al mundo moderno. La primera razón fue hacer revivir en las mentes de los fieles las enseñanzas fundamentales de la Iglesia, en las que el modernismo había hecho estragos. ¿Suena justo? La séptima razón fue – – “para dar a conocer el misterio de Judas,” es decir, cómo un alma que recibió tantos dones de Dios pudo caer tan bajo.

Kyrie eleison.

Sotanas Sopesadas

Sotanas Sopesadas posted in Comentarios Eleison on marzo 12, 2011

El afirmar, como se hizo en el “Comentarios Eleison” de la semana pasada (190, 5 de Marzo), que quienquiera que posee la totalidad de la Verdad Católica está en el sitio del conductor de la Iglesia Católica, puede parecer una declaración en el mejor de los casos riesgosa, en el peor de los casos falsa. Después de todo, 1/ ¿quién está en el asiento del conductor de la Iglesia sino los conductores – autoridades de la Iglesia – que puso ahí Nuestro Señor? 2/ ¿Desde cuándo Nuestro Señor designo que la Iglesia fuese conducida por cualquiera que reclame tener la Verdad? 3/ ¿Acaso no es una receta para el caos el que la Iglesia siga la dirección de cualquiera que clame tener la Verdad?

La mejor respuesta se encuentra en las Escrituras. Cuando San Pablo predicó el verdadero Evangelio de Jesucristo a los Gálatas (piensen en lo que en la actualidad es Turquía), ellos lo aceptaron con regocijo y abundantes frutos (Gal. II, 14–15; III, 5). Pero poco tiempo después de la partida de San Pablo para seguir predicando en otros lados, enemigos de Dios se mezclaron entre los Gálatas para predicarles la salvación no por la fe en Jesucristo sino por obra de la Ley Antigua, notablemente la circuncisión (V, 2, 11). Consintiendo a tal perversión del verdadero Evangelio (I, 6; III, 1), los Gálatas motivaron a San Pablo a escribir la gloriosa Epístola a los Gálatas. A continuación algunos versos claves del Capítulo I:

“(verso 6) Me maravillo cómo así tan ligero abandonáis al que os llamó a la gracia de Cristo, para seguir otro Evangelio. (v.7) Mas no es que haya otro Evangelio, sino que hay algunos que os perturban, y quieren trastornar el Evangelio de Cristo. (v.8) Pero aún cuando nosotros mismos, o un ángel del Cielo, os predique un Evangelio diferente del que nosotros os hemos anunciado, sea anatema. (v.9) Os lo he dicho, y os lo repito: Cualquiera que os anuncie un Evangelio diferente del que habéis recibido, sea anatema.” (“Anatema” quiere decir totalmente condenado, maldito o excomulgado.)

Ahora es obvio que cualquier ángel que se les presentase a los Gálatas aparentaría tener toda la autoridad de un verdadero mensajero del Cielo. Y si San Pablo mismo retornase entre ellos, aparentaría tener toda la autoridad de su evangelización anterior entre ellos como Doctor de los Gentiles. En cualquiera de los casos las apariencias de autoridad difícilmente podrían ser más fuertes. Sin embargo San Pablo dice, y lo reitera, que los Gálatas tendrían que poner, como uno podría decir, el contenido antes de la sotana, de tal manera que si en algún momento él cambiase el contenido de su predicación, ellos no tendrían que creer ni una sola palabra de esta, ¡sin importar el color púrpura o escarlata de su sotana a su regreso!

Por lo tanto, como respuesta a las tres objeciones presentadas al inicio, digamos: 1/ Nuestro Señor pone en el asiento del conductor de la Iglesia, en última instancia, a los que poseen y dicen la Verdad, y no a las sotanas. 2/ Estos conductores serán los que de hecho posean y digan la Verdad, y no solamente los que la reclamen. Las reclamaciones no hacen la Verdad, mas la Verdad hace a los que la poseen (esto es lo que pocas personas modernas pueden comprender). 3/ Al ser la Verdad una, entonces todos los que posean y dicen la Verdad estarán unidos en esta, y el único caos vendrá de las almas que la rechazan o pervierten.

La grandeza del Arzobispo Lefebvre reside en haber discernido que el Vaticano II estaba resbalándose hacia “otro” evangelio que no era el de Jesucristo y San Pablo, un evangelio de justificación por las obras del hombre moderno, y que aún las sotanas blancas no deberían seguirse si lo predicaban. ¿Acaso la sotana blanca de la actualidad es en algo diferente?

Kyrie eleison.

Infección Tradicional

Infección Tradicional posted in Comentarios Eleison on enero 29, 2011

El liberalismo es una enfermedad increíble, capaz de pudrir los mejores corazones y mentes. Si lo definimos brevemente como la liberación del hombre de Dios, es tan viejo como el pecado, pero nunca antes ha sido tan profundo o generalizado o aparentemente normal, como lo es hoy en día. Ahora, la libertad religiosa está en el corazón del liberalismo – ¿qué sentido tiene ser libre de todo lo demás y de todos los demás si no soy libre de Dios? Así es que si Benedicto XVI se lamentaba hace tres semanas que la “libertad religiosa está amenazada en todo el mundo,” ciertamente está infectado. Tampoco se permitan los seguidores de la Tradición Católica estar confiados que ellos tienen inmunidad de esta enfermedad. Aquí un correo electrónico que recibí hace algunos días de un laico de Europa:—

“Por mucho tiempo, alrededor de 20 años, fui moldeado por el liberalismo. Es a través de la gracia Divina que sufrí una conversión con la Fraternidad de San Pío X. Para mi sorpresa he encontrado comportamiento liberal aún en las filas de la Tradición. La gente aún sigue diciendo que uno no debe exagerar lo mal que están las cosas hoy en día. Ya casi no se menciona a la Francmasonería como una enemiga de la Iglesia porque el hacerlo podría afectar los intereses personales, y así es que la gente continúa reaccionando como si, en general, el mundo aún se encontrase en orden.

“Algunos Tradicionalistas incluso recomiendan medicamentos psiquiátricos para sobrellevar el estrés que acompaña al Católico Tradicionalista, y si se está buscando la felicidad, dicen, deberías de ir con el médico para que te haga la vida más sencilla.

“La consecuencia de dicho comportamiento es un indiferentismo que es el semillero del liberalismo. De repente ya no es tan malo el asistir a la Misa del Novus Ordo, ni hacer causa común con los modernistas, ni el cambiar los principios de un día a otro, ni el dejar de mostrar nuestra fe en público, ni el estudiar en la universidad del Estado, ni el confiar en éste, ni el actuar bajo el supuesto de que, después de todo, todo lo que hace la gente no lo hace por maldad.

“Nuestro Señor tiene palabras duras para este tipo de indiferentismo: a los tibios Él “está por vomitarlos de su boca” (Rev. III, 16). Podría sonar paradójico, pero los más grandes enemigos de la Iglesia son los Católicos liberales. ¡Existe inclusive un Tradicionalismo liberal!!!” (fin de la cita del laico).

¿Entonces cuál es el antídoto para este veneno que nos amenaza a cada uno de nosotros? La gracia santificante, sin duda (Rom.VIII, 25), la cual puede librar a la mente de la confusión, y fortalecer la voluntad para hacer lo que la mente define como correcto. ¿Y cómo me aseguro de la gracia santificante? Eso es como preguntar ¿cómo puedo garantizar mi perseverancia final? La Iglesia nos enseña que nadie puede garantizarla, porque es un regalo – o el regalo – – de Dios. Pero lo que puedo hacer siempre es rezar el Santo Rosario, un promedio de cinco Misterios al día, mejor aún si fuese posible rezar los quince. Quien quiera que haga eso está haciendo lo que la Madre de Dios nos pide a todos nosotros, y ella posee poder materno virtualmente ilimitado sobre su Hijo, Nuestro Señor y Dios, Jesucristo.

Kyrie eleison.

¿Pocos Escogidos?

¿Pocos Escogidos? posted in Comentarios Eleison on enero 22, 2011

¿Por qué es aparentemente tan difícil salvar nuestra alma? ¿Por qué – como se nos dice – son pocas las almas que se salvan comparadas con el número de almas condenadas? Ya que Dios desea que todas las almas se salven (I Tim. II,4), ¿por qué no lo hizo un poco más fácil, como seguramente podría haberlo hecho?

La respuesta rápida y simple es que no es tan difícil salvar nuestra alma. Parte de la agonía de las almas en el Infierno es el conocimiento claro de lo sencillo que hubiera sido evitar la condenación. Los no-Católicos condenados podrían decir “Yo sabía que había algo de cierto en el Catolicismo, pero decidí nunca preguntármelo porque podía ver que en el futuro tendría que cambiar mi estilo de vida.” (Winston Churchill una vez dijo que cada hombre se topa con la verdad en algún momento de su vida, pero la mayoría de ellos decide dar vuelta hacia el otro lado.) Los Católicos condenados podrían decir, “Dios me dio la Fe y yo sabía que lo único que necesitaba era hacer una buena confesión, pero creí que era más conveniente posponerla y así es como morí con mis pecados . . .” Cada una de las almas en el Infierno sabe que se encuentra ahí por su propia culpa, por su elección. A Dios no se le puede culpar por ello. De hecho cuando miran hacia atrás sus vidas aquí en la tierra, ven claramente lo mucho que Él hizo para intentar detenerlos de lanzarse al Infierno, pero libremente escogieron su propio destino, y Dios respetó su elección . . . Sin embargo, permitámonos ahondar un poco más sobre el tema.

Siendo infinitamente bueno, infinitamente generoso e infinitamente feliz, Dios escogió – no estaba de ningún modo obligado – crear seres que fuesen capaces de compartir su felicidad. Ya que Él es espíritu puro (Juan IV,24), esos seres tenían que ser espirituales y no solamente materiales, como los animales, vegetales o minerales. De ahí la creación de los ángeles sin materia alguna, y de los hombres, con un alma espiritual en un cuerpo material. Pero ese mismo espíritu por el cual los ángeles y los hombres son capaces de compartir Su Divina felicidad necesariamente incluye razón y libre albedrío, de hecho es por el libre albedrío que libremente escogen a Dios y se hacen capaces y partícipes de Su felicidad. ¿Pero cómo puede ser esa elección de Dios verdaderamente libre si no existe alternativa alguna que nos haría darle la espalda? ¿Qué merito tiene un niño al escoger comprar un volumen de Cervantes si únicamente tienen a Cervantes en venta en la librería? Y si la alternativa mala existe, y si el libre albedrío es real y no únicamente ficción, ¿cómo es que no habrá ángeles u hombres que escogerán lo que no es bueno?

La pregunta puede aún ser formulada, ¿cómo puede Dios haber previsto para permitir que la mayoría de la almas (Mateo VII, 13–14; XX, 16) sufran el terrible castigo de rechazar su amor? Respuesta, más el Infierno es terrible, y más es cierto que a cada hombre que vive Dios le ofrece la gracia, la luz y la fuerza necesaria para evitarlo. Sin embargo, como explica Sto. Tomás de Aquino, la mayoría de los hombres prefieren el ahora y los deleites conocidos de los sentidos a los futuros y desconocidos gozos del Paraíso. Entonces ¿por qué Dios acompañó a los sentidos de deleites tan fuertes? En parte sin duda para asegurar que los padres tuvieran niños para poblar su Cielo, pero también seguramente para hacer más meritorio el que un ser humano ponga la búsqueda del deleite en esta vida por debajo de los verdaderos gozos en la próxima vida, ¡gozos que son nuestros para desearlos! ¡Únicamente necesitamos desearlos con suficiente arrebato (Mateo XI, 12)!

Dios no es un Dios mediocre, y a las almas que lo aman desea ofrecerles un Paraíso tampoco mediocre.

Kyrie eleison.